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Torre de Babel Ediciones

Compendio de la historia de China

E. Crosa - Vista de Pekín - Compendio de historia China
E. Crosa, Dib. y Lit.

Vista de Peking por la entrada Oeste

Al Sr. D. Carlos Latorre
Muy Señor mió: El concepto formado desde que tengo el honor de conocer a V., de los muchos conocimientos y de la probidad que le adornan, me decide a dedicarle este pequeño trabajo, en justa recompensa a su ilustración.
Si por fortuna merece su agrado, recibirá la mayor satisfacción su afectísimo y S. S.
Q. B. S. M.
M. de Castro y Duque
ÍNDICE

Introducción

Capítulo I. Geografía

Capítulo II. División política

Capítulo III. Estadística

Capítulo IV. Leyes y Gobierno

Capítulo V. Gran muralla.  Monumentos.  Palacios.  Ciudades. Usos y costumbres

Capítulo VI. Comidas. Visitas. Viajes. Matrimonios. Fiestas. Pasatiempos

Capítulo VII. Agricultura. Reino animal y vegetal

Capítulo VIII. Ciencias. Artes. Industria. Comercio. Navegación

Capítulo IX. Lengua. Literatura. Enseñanza. Grados científicos y literarios

Capítulo X. Relaciones entre chinos y europeos. Motivos de la última guerra con los ingleses. Operaciones militares. Tratado de comercio

La China, tanto por su posición geográfica, como por la política de su gobierno, permanece hasta nuestros días completamente aislada del resto del mundo.

Un acontecimiento inesperado eclipsa repentinamente su historia antigua, para lanzarse en una nueva era. Ciegos por su amor propio nacional, llevado al extremo, los chinos consideran a las demás naciones como bárbaras, cuya historia, civilización y artes no merecen su atención. Celosos de sus frutos innumerables y muy variados por su terreno fértil, que abraza una extensión de muchos climas, no ven en los extranjeros sino habitantes de una tierra ingrata, y forzados a ir a sus costas en busca del arroz, del té, seda, trigo, vino, lino o cáñamo de la China, para oponer a la rapiña y a sus violencias una barrera insuperable; tal ha sido, pues, el solo y único objeto de los Emperadores en su política exterior.

Síguese que en la civilización de esta inmensa comarca, vista ya física como moralmente en su propia esencia y sin ningún elemento heterogéneo, no influya el trabajo; porque este trabajo secular se concluye lenta y uniformemente sin agitación; siempre marcha lo mismo que las ideas en la masa de la nación, y porque ninguna causa exterior la estimula. Mientras que la Europa es sucesivamente el hogar ardiente de las ideas que dan la energía a las naciones y las arrojan en las competencias y experimentos de donde salen nuevos adelantos.

La China, en mas de tres mil años, no ha escuchado mas que la voz de sus mandarines y de sus filósofos, que siempre les predican la misma moral y los mismos deberes. En vano las ideas, las artes y la industria llegaban de todas partes, los chinos, situados en la extremidad del Asia, no entendían mas que de su retintín; y después de estar adelantados a la Europa en muchos siglos, se les ve impasibles, no apreciando mas que sus productos, no admirando mas que sus obras, continuando imperturbables sus trabajos de arar el surco y llegar al mecanismo del molinillo, cuando por otra parte se florea con el descubrimiento de la máquina de vapor.

Tal era la posición del Imperio chino, hasta que una brusca invasión dio un golpe de incalculable extensión a toda su constitución civil y política, cuando el cañón inglés derribó las murallas de Canton; y aunque intente hoy rejuvenecer sus instituciones, infundiendo ideas que dominan la humanidad, o que se esfuerce en sostener contra ellas una lucha imposible, una nueva era va a comenzar para este país.

En efecto, sus leyes, su gobierno, su culto, sus mismos usos que escapan de la crítica, porque toda comparación es poca, van a encontrarse en paralelo con la constitución religiosa, civil e industrial de Europa. La libertad de cambios traerá consigo forzosamente la de las comunicaciones, y la invasión de nuestras ideas y costumbres no tardará en ejecutarse; porque es evidente, para concepto nuestro, que la China va a perder su fisonomía nativa y original.

Expondremos, pues, la historia general del país, presentando a un pueblo que se une siempre íntimamente a su pasado; no siendo esto obra de un escritor, como todas las historias antiguas y modernas que adornan nuestras bibliotecas, sino una relación oficial siempre abierta, donde se escriben los acontecimientos a medida que se reproducen, puesto que un tribunal histórico fundado por Hoang-Ti, 2637 años antes de Jesucristo, no cesa de funcionar hasta ahora.

El padre Moyriac de Mailla, que por espacio de cuarenta y cinco años vivió en la corte de Kang-Hi emprendió la primer traducción de los grandes anales chinos, que compone doce tomos gruesos en 4.°, de donde sacamos este resumen, que aunque rápido, es muy fiel.

Como hace observar muy juiciosamente el abate Grosier, en un discurso que sirve de introducción a la historia del padre de Mailla, dice: «que se halla una sinceridad singular en los escritores chinos, porque no se redactan los hechos del reinado de un Emperador hasta la extinción de su raza entera, o mientras el trono no pase a otra familia, y durante el curso de una dinastía los historiadores públicos recogen cada día los hechos de que son testigos, sin comunicarse sus observaciones los unos a los otros, depositándolos en una papelera donde se conservan los sellos del Imperio, cerrada inviolablemente; hasta que el gobierno los confronta y discute y manda escribir la historia de la dinastía que ha precedido».

Hoang-Ti reinó el año de 2698 antes de Jesucristo, demostrándose, según la cronología china, que sus tablas están acordes con las de nuestros libros sagrados, que señalan el diluvio universal 289 años antes. Este período no es, sin embargo, suficiente para la fundación de una colonia por uno de los hijos de Noé; porque es imposible que aunque conducida por un hombre superior y favorecido por las circunstancias, haya tomado un acrecentamiento tan rápido, que desde el reinado de Hoang-Ti, uno de los mas grandes legisladores conocidos, la China fuese ya un reino regularmente organizado.

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