Historia de la Filosofía – Tomo II – Segunda época filosófica La filosofía cristiana
§ 22– CASIODORO
Casiodoro, casi contemporáneo de Boecio en cuanto a la época del nacimiento, italiano como él (natural de Esquilace, en Calabria), cónsul de Roma y hombre de Estado como él, le sobrevivió, sin embargo, mucho tiempo, pues se cree que falleció a últimos del siglo VI, y cuando contaba ya cerca de cien años de edad. Setenta contaba cuando, cansado y desengañado de las grandezas y honores de la tierra; se retiró a su patria y edificó el monasterio de Viviers (monasterium Vivariense), en el cual, rodeado de cenobitas, dedicó el resto de su vida a escribir libros, al propio tiempo que dirigía los trabajos de sus monjes, ocupados en copiar libros clásicos y obras de mérito, que sin esto habrían perecido tal vez para siempre. Casiodoro estableció también cátedras para la enseñanza de la Sagrada Escritura y de las ciencias. De esta suerte el monasterio vivariense vino a ser como el modelo de tantos otros que siguieron su ejemplo, llevando a cabo durante siglos esa serie de trabajos, por medio de los cuales han llegado hasta nosotros muchos tesoros de la antigüedad pagana y eclesiástica.
Sin contar sus numerosas obras históricas, exegéticas y teológicas (1), Casiodoro escribió un tratado De artibus et disciplinis liberalium litterarum, en el cual trata de las tres artes o ciencias sermocinales, que constituían el famoso Trivium de la Edad Media (gramática, dialéctica y retórica), y de las cuatro ciencias reales, que formaban el Quatrivium (aritmética, geometría, música y astronomía) de las escuelas. Con este tratado, y con el que escribió acerca del alma (De Anima), Casiodoro contribuyó eficazmente a conservar y transmitir a las generaciones siguientes el fondo de la Filosofía cristiana. Excusado parece añadir que su libro De Anima reproduce la doctrina psicológica de San Agustín y de Mamerto Claudiano. Sin embargo, encuéntrase en este libro alguna indicación nueva acerca del modo con que las facultades o potencias del alma existen en el cuerpo; pues el filósofo italiano supone que el alma se manifiesta y existe con mayor o menor intensidad y fuerza en algunas partes del cuerpo, por más que, como principio vital y en cuanto substancia, se manifieste igualmente y exista toda en todo el cuerpo y en cada una de sus partes: Tota est in partibus suis, nec alibi major, alibi minor est, sed alicubi intensius, alicubi remissius, ubique tamen vitali intensione porrigitur
El problema que se refiere al origen del alma humana, que tan oscuro se presentaba en algunos escritores eclesiásticos de los primeros siglos, y que tanto había atormentado al mismo San Agustín, que murió sin atreverse a resolverlo de una manera definitiva, aparece ya en Casiodoro con solución precisa y segura (2), gracias a las ideas cristianas que poco a poco habían rodeado de luz este problema, antes tan difícil y confuso.
La Filosofía es para Casiodoro, unas veces la ciencia racional de las cosas divinas y humanas; otras veces la apellida el arte de las artes y la ciencia de las ciencias (ars artium, disciplina disciplinarum), y alguna vez la define en sentido práctico y con tendencia al misticismo, haciéndola consistir en la semejanza del hombre con Dios, según es posible en la vida presente.
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(1) Entre ellas merecen citarse las siguientes, como prueba de su actividad literaria y de la universalidad de sus conocimientos, atendidas las condiciones de la época: Historiae ecclesiasticae tripartitae libri duodecim. De Getarum sive Gothorum rebus gestis, obra que por desgracia no ha llegado hasta nosotros, y que sólo nos es conocida por un extracto de la misma debido a Jornandes. Chronicon ab Adamo usque ad annum 119 post Christum. Expositio in omnes psalmos. De Institutione divinarum litterarum
(2) «Anima hominis est a Deo creata, spiritualis, propriaque substantia, sui corporis vivificatrix, rationabilis quidem et immortalis, sed in bonum malumque convertibilis.» De Anima, cap. II.
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