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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 7. La renuncia al mundo

El príncipe Siddharta llega a Buddha

VII.- LA RENUNCIA AL MUNDO (1)

1. Fue una noche. El príncipe no hallaba reposo sobre sus blandos cojines; se levantó y salió al jardín: «¿Ay!, exclamó; todo el mundo está lleno de tinieblas y de ignorancias; nadie sabe cómo curar los males de la existencia». Y gimió dolorosamente.

2. Siddhartha se sentó bajo un gran árbol y se abandonó a sus pensamientos, pesando la vida y la muerte y los males de la decrepitud. Concentrando su espíritu se libertó de toda confusión. Todos los deseos bajos desaparecieron de su corazón y una calma perfecta le inundó por completo.

3. En ese estado de éxtasis vio con su ojo mental todo lo que el mundo contiene de miseria y de dolor; vio las penas del placer y la inevitable certeza de la muerte que pesa sobre todos los seres. Sin embargo, los hombres no se han despertado aún a la verdad. Y una compasión profunda le llenó el corazón.

4. Mientras meditaba sobre el problema del mal, el príncipe vio, con el ojo de su espíritu, bajo el árbol, una gran figura revestida de majestad, de calma y de dignidad. «¿De dónde vienes? ¿Quién eres tú?» ―preguntó él.

5. La visión le respondió: «Yo soy un shramana. Atormentado por el pensamiento de la vejez, de la enfermedad y de la muerte, huí de mi hogar para buscar el camino de la salvación. Todas las cosas se precipitan hacia la ruina; sólo la verdad es eterna. Todo cambia y nada dura; únicamente las palabras de los Buddhas son inmutables. Yo aspiro a la dicha que no se altera; al tesoro que no perece; a la vida que no tiene ni principio ni fin. Por eso he destruido todo pensamiento mundano, y me he retirado a un desierto para vivir en la soledad, y mendigando mi sustento me he consagrado a la única cosa que es necesaria».

6. Siddhartha le preguntó: «¿Y cómo puede obtener uno la paz en este mundo agitado? Estoy traspasado por la vanidad del placer y tengo horror a la voluptuosidad. Todo me abruma, y hasta la misma vida se me hace intolerable».

7. El Shramana respondió: «Allí donde hay calor también puede haber frío. Los seres sujetos al dolor poseen la facultad de gozar. El origen del mal enseña que el bien puede desenvolverse. Porque estas cosas son correlativas. Así, donde hay mucha desgracia habrá mucha dicha, si solamente se abren los ojos para verla. De la misma manera que el que cae en un montón de estiércol debe buscar el estanque cubierto de lotos que está inmediato, busca el gran lago inmortal del Nirvana para limpiar el pecado. Si uno no busca el lago, no es porque falte; así, cuando hay un camino santo que conduce al Nirvana al hombre sujetado al pecado, no está la falta en el lago por donde no se pasa, sino en el individuo. Y si un enfermo, cuando hay un médico que puede sanarle no se sirve de él, no está la falta en el médico; así también si un hombre enfermo por hacer mal no busca el guía espiritual de la luz, no es porque falte el guía destructor del pecado” (2)

8. Escuchó el príncipe las nobles palabras de su visitador, y dijo: «Tú eres mensajero de buenas nuevas; pero yo no sé si cumplirá mi intento. Mi padre me aconseja gozar de la vida, y que me entregue a los deberes mundanos que pueden ilustrarme a mí y a mi casa. Me ha dicho que soy demasiado joven, que me palpita muy de prisa el pulso para consagrarme a la vida religiosa».

9. La venerable aparición movió la cabeza, y replicó: «Has de saber que para buscar la verdadera religión jamás hubo un tiempo inoportuno».

10. Le palpitó el corazón de gozo a Siddhartha y dijo: «Este es el momento de buscar una religión; este es el instante de romper todos los lazos que me impiden alcanzar la iluminación perfecta; esta es la hora de ir al desierto, de aceptar una existencia de mendigo y de encontrar el camino de la liberación».

11. El enviado celeste escuchó con asentimiento la resolución de Siddhartha

12. «Esta es en efecto, dijo, la ocasión de buscar la religión. Vé Siddhartha y cumple tu designio; porque, Bodhisatva, tú eres el Buddha escogido y estás destinado a iluminar al mundo.

13. Tú eres el Tathagata perfecto, porque cumplirás toda justicia y serás Dharma-râja, rey de verdad. Tú eres Bhagavat, el Bendito, porque estás llamado a ser el salvador y el redentor del mundo.

14. Vé y cumple la perfección de la verdad. Aunque el rayo se cierna sobre ti, no cedas jamás a las ilusiones que seducen y desvían a los hombres del camino de la verdad. Así como el sol en todas las estaciones prosigue su carrera, no te apartes del recto camino de la justicia: tú serás Buddha

15. Persevera en tu empeño y hallarás lo que buscas. Prosigue tu fin sin desviarte y alcanzarás el premio. Combate con energía y serás el vencedor. La bendición de todos los dioses, de todos los santos, de todo el que busca la luz, sea contigo, y la sabiduría celeste ilumine tus pasos. Tú serás el Buddha, nuestro Dueño y Señor, tú iluminarás al mundo y salvarás a la humanidad de su perdición.

16. La visión desapareció después de estas palabras, y el alma de Siddharta quedó llena de paz. Y se dijo:

17. «Me he despertado a la verdad y he resuelto cumplir mi propósito. Romperé todos los lazos que me sujetan al mundo, y abandonaré mi casa para buscar el camino de la salvación.

18. Los Buddhas son seres cuyas palabras han de cumplirse; la verdad reside siempre en ellas.

19. Pues como cae la piedra que se arroja, como muere lo mortal, como sale el sol a la aurora, como ruge el león cuando pierde el reposo, como da a luz la mujer preñada, como todas esas cosas son seguras y ciertas, así la palabra de los Buddhas es segura y no puede por menos de realizarse (3)

20. En verdad yo seré un Buddha

21. El príncipe fue al cuarto de su esposa para lanzar una mirada de despedida a los que tan tiernamente quería, más que a todos los tesoros de la tierra. Quiso tener por última vez a su hijo entre los brazos y darle un beso de despedida; pero el niño dormía en los brazos de su madre y no podía cogerle sin despertar a los dos.

22. Siddharta entonces se quedó un momento contemplando a su mujer tan bella y a su hijo adorado, y sintió traspasársele el corazón. El dolor por su partida le abrumaba con pesadumbre. Y aunque su espíritu estaba firmemente resuelto y nada hubiera podido quebrantar su propósito, se le escaparon las lágrimas, pues no estaba en su poder el contenerlas o el suprimir su causa.

23. Y el príncipe abandonó la estancia con firmeza, suprimiendo sus sentimientos, pero sin extinguirlos de su memoria. Subió en el rápido Kanthaka, y hallando las puertas del palacio abiertas, salió en el silencio de la noche seguido únicamente por su fiel caballerizo Channa

24. Y así fue como el príncipeSiddhartha renunció a los placeres mundanos, abandonó su reino, rompió todas las cadenas y entró en la soledad.

25. Y la sombra cubría la tierra; pero brillaban rutilantes los estrellas en los cielos.

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(1) Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 335-417.

(2) Fuente: B. B. Stories, 5-6

(3) Fuente: B. B. Stories, 18. Compárese: Mat, XXIV, 35. Luc., XXI, 33 y XVI, 17.

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