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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 12. Iluminación

El príncipe Siddhartha llega a Buddha

XII.- ILUMINACIÓN (1)

1. Habiendo puesto en fuga a Mara, el Bodhisatva se entregó a la meditación. Todas las miserias del mundo, todos los males, producidos por las malas acciones y los sufrimientos que las siguen, pasaron ante el ojo de su espíritu, y pensó:

2. «En verdad, que si los seres existentes viesen los resultados de todas sus malas acciones, se apartarían de ellas con disgusto; pero la personalidad les ciega y continúan sujetos a sus perniciosos deseos.

3. Desean ardientemente el placer y engendran el dolor: cuando la muerte destruye su individualidad, no encuentran paz alguna; su red de existencia persiste, y su personalidad reaparece en nuevos nacimientos.

4. Así continúan moviéndose dentro de un círculo y sin poder sustraerse al infierno que se han creado ellos mismos. ¡Y son bastante vacíos sus placeres, y son bastante vanos sus esfuerzos! Huecos como la caña y vacíos como una burbuja.

5. El mundo está lleno de pecado y de disgusto, porque está repleto de error. Los hombres se extravían porque piensan que el error vale más que la verdad. Prefiriendo la verdad, persiguen el error que es de momento más agradable a la vista, aunque causa angustia, disgusto y miseria.»

6. Y el Bodhisatva comenzó a exponer el dharma. El dharma es la verdad. El dharma es la ley sagrada. El dharma es la religión. Únicamente el dharma puede librarnos del error, del pecado y del dolor.

7. Considerando el origen del nacimiento y de la muerte, el Iluminado reconoció que la ignorancia era la raíz de todos los males, y que éstos son los eslabones del desenvolvimiento de la vida, llamados los doce vidanas

8. «En el principio hay una existencia ciega y sin conocimiento; y en el océano de la ignorancia hay apetencias susceptibles de forma y de organización. De esas apetencias de forma y de organización nace el conocimiento o el sentimiento. El sentimiento engendra los organismos que viven como seres individuales. Esos organismos desenvuelven los seis campos, es decir, los cinco sentidos y el espíritu. Los seis campos se ponen en contacto con las cosas o la materia. El contacto engendra la sensación. La sensación crea la red de la existencia individualizada. La red de la existencia crea el apego a las cosas, y el apego crea, fomenta y perpetúa la personalidad. La personalidad se perpetúa en los nacimientos sucesivos, y los nacimientos sucesivos de la personalidad son la causa del sufrimiento de la vejez, de la enfermedad y de la muerte. Producen la queja, la angustia y la desesperanza (2)

9. La causa de todo dolor es primordial: yace oculta en la ignorancia, de donde evoluciona la vida. Disipad la ignorancia, y destruiréis los malos apetitos que nacen de ella. Destruid esos malos apetitos y haréis desaparecer la percepción falsa que nace de ellos. Destruid la percepción falsa, y el error cesará entre los seres individualizados. Destruid los errores en los seres individualizados, y las ilusiones de los seis campos desaparecerán. Destruid las ilusiones y el contacto con las cosas, y no producirá ya concepción errónea. Destruid la concepción errónea, y habréis acabado con la concupiscencia. Destruid la concupiscencia, y os habréis libertado de toda sujeción enfermiza. Desligaos de toda sujeción, y destruiréis el egoísmo de la personalidad. Y si el egoísmo del «yo» se destruye en vosotros, estaréis por encima del nacimiento, de la vejez, de la enfermedad, de la muerte, y escaparéis a todo sufrimiento.»

10. El Sabio vio las cuatro nobles verdades que muestran el camino del Nirvana, o de la extinción del «yo».

11. «La primera noble verdad es la existencia del dolor. Se sufre al nacer, al crecer, en la enfermedad; se sufre para morir. Se sufre estando unido con lo que no se ama. Se sufre también, aún más, separándose de lo que se quiere, y se sufre deseando lo que no se puede obtener.

12. La segunda noble verdad es la causa del dolor. La causa del dolor es la concupiscencia. El mundo que nos rodea afecta la sensación y engendra una sed de apego que exige una satisfacción inmediata. La ilusión del «yo» nace y se manifiesta en el apego a las cosas. El deseo de vivir para la satisfacción del «yo» nos apresa en las redes del disgusto. El placer es un cebo, y el resultado es el dolor.

13. La tercera noble verdad es la cesación del dolor. El que subyuga su «yo» se libra de la concupiscencia. Y no sintiendo apego, la llama del deseo no encuentra tampoco alimento para nutrirse. Y así debe extinguirse.

14. La cuarta noble verdad es el óctuple sendero que lleva a la cesación del dolor. Se salva aquel cuyo «yo» desaparece ante la verdad; aquel cuya voluntad se subordina al deber; el que no tiene otro deseo que realizar su deber. El Sabio sigue ese camino y pone un término al deber.»

15. El óctuple sendero es:

1.° La buena manera de comprender.

2.° Las buenas resoluciones.

3.° Le buena manera de hablar.

4.° La buena manera de obrar.

5.° La buena manera de ganarse la vida.

6.° Los buenos esfuerzos.

7.° Los buenos pensamientos.

8.° La saludable paz del espíritu (3)

16. Eso es el dharma. Eso es la verdad. Eso es la religión. Y el Sabio pronunció esta estancia: «¡Cuánto tiempo he errado, cuánto tiempo! Ligado por la cadena del deseo durante numerosos nacimientos, he buscado mucho tiempo inútilmente de qué procede esa ausencia de reposo que tortura al hombre. ¿De dónde vienen su egoísmo y su angustia, y el samsara difícil de soportar cuando el dolor y la muerte nos rodean? Ya lo hallé. ¡He encontrado su causa en la personalidad! No construyáis una casa para mí. He roto el yugo del pecado; he partido el timón del cuidado. Mi espíritu ha entrado en el Nirvana. ¡He llegado, por fin, a la destrucción de los apegos!» (4)

17. Allí está el «yo»; aquí, la verdad. Allí donde está el «yo» no existe la verdad, y allí donde está la verdad no está el «yo». El «yo» es el error fugitivo del samsara: es el individualismo que aísla y el egoísmo generador de la envidia y del odio. El «yo» es el insensato arder por el placer, el que corre loco a los triunfos de la vanidad. La verdad es la justa comprensión de las cosas, es lo permanente y lo eterno, lo real en toda existencia, la felicidad de la senda derecha.

18. La existencia del «yo» es una ilusión, y no hay en el mundo torcimiento, ni vicio, ni pecado que no se derive de la afirmación del «yo».

19. No puede poseer uno la verdad sino a condición de reconocer que el «yo» es sólo una ilusión. No puede uno seguir el recto sendero sino después de libertar su espíritu de las pasiones egoístas. La paz perfecta no puede establecerse sino cuando ha desaparecido toda vanidad.

20. Bienaventurado el que ha comprendido el dharma. Bienaventurado el que no hace mal a los demás seres sus hermanos. Bienaventurado el que vence al pecado y el que está libre de pasión. Ha llegado a la mayor felicidad el que ha vencido el egoísmo y la vanidad. Se ha hecho Buddha, perfecto, Bienaventurado, Santo (5)

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(1) Fuente: 1111-1199.

(2) Fuente: Questions-of-king Milinda , 79, Sacred Books, XXI, 172.

(3) Fuente: Sacred Books, XXI, 90; Mahavagga, 1, 6, 19-28. Buddha, sein Leben, etc. Oldenberg, 227-28. Buddhism, T. W. Rhys Davids, 106-107.

(4) Fuente: B. D. Stories, 105-104; Dhammapada, 152-154.

(5) Fuente: Rgya-tcher Roll-pa, 355. Compárese Mat. V, 3-11.

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