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Lipps: la empatía, valores y religión – Psicología introspectiva

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PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

J. Vicente Viqueira

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J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea             Capítulo IV – PSICOLOGÍA INTROSPECTIVA (Brentano, Lipps…)

 

CAPÍTULO IV
Psicología introspectiva (Brentano, Th. Lipps, Dilthey, Natorp, e influjo de estos psicólogos) ) () () () () () (

Psicología introspectiva - Theodor LippsLa Psicología introspectiva. Brentano, Lipps, Dilthey – La psicología de Brentano. Su influjo; en particular la fenomenología de Husserl – Theodor Lipps; su psicología aperceptiva. Objeto y contenido. Sustancialismo y causalidad. Paralelismo y psicología fisiológica. El método de la psicología. Introspección y sus formas. Experimento interno y externo. El sistema de la actividad mental. La empatía y sus clases. Valores y religión – Dilthey. Su crítica de la psicología causal. Psícología de las estructuras. Su influjo. Jasper y Spranger – M. W. Calkins – La Psicología filosófica. P. Natorp. Crítica de éste por De Sarlo – Bibliografía

Propia de Lipps, y según el psicólogo norteamericano Baldwin su producción más importante, es la teoría de la empatía (15) o autobjetivación, que ha tenido gran relieve en la psicología actual. Lo esencial de ella es la proyección del propio sujeto fuera de nosotros, en lo que comprendemos, en lo que se revela por la percepción, fenómeno que se halla en el conocimiento de los objetos, en la representación de los otros sujetos y en la actividad estética y social. Sin embargo, la importancia teórica o de conocimiento de la empatía está en que no proporciona el conocimiento de los otros sujetos. He aquí cómo se expresa Lipps. «Hay tres dominios del conocimiento: el de las cosas, el de mí mismo y el de los otros Yo. El primer conocimiento tiene como fuente la percepción sensible; el segundo, la percepción interna, es decir, la comprensión inmediata o en el recuerdo del Yo con sus determinaciones, experiencias de exigencias, actividades, actos y sentimientos, y también relaciones con los objetos. La fuente del tercer género de conocimiento es, finalmente, la empatía. Tiene además ésta una significación que excede con mucho de los limites del conocimiento. Aquí tomo la palabra empatía en el sentido más amplio que la palabra realmente permite; es decir, la tomo en el sentido de la objetivación mía en un objeto distinto de mi, sin tener en cuenta si lo objetivado merece o no el nombre de un sentimiento en sentido estricto y propio» (2). Ahora podemos entender mejor lo que es la empatía. Consiste en que, «cuando apercibo un objeto, experimento como perteneciente a él o como hallándose en este objeto apercibido, como un componente del mismo, un determinado modo de mi conducta interna. Éste aparece como dado en él, como siéndome participado por él» (17). Como ejemplo inmediato, cita Lipps la transmisión del pensamiento por la palabra: el pensamiento es mío, pero yo lo considero como comunicado y perteneciente al que lo expresa. En la empatía el sujeto es receptivo.

Esta proyección del sujeto fuera de sí mismo, en el mundo externo, tiene diferentes formas, y la diferencia de éstas se condiciona por la manera de ser, por la naturaleza del objeto que es percibido y en que nos proyectamos. Por dicha razón Lipps distingue varias clases de empatía según los objetos que la suscitan. Estos géneros son: 1.º, empatía general aperceptiva; 2.º, empatía de estado de ánimo; 3.º, empatía aperceptiva condicionada; 4.º, empatía suscitada por la apariencia sensible de los otros sujetos; 5.º, empatía estética, y 6.º, empatía ética y práctica. De estas formas debemos decir algo ahora por separado y muy brevemente, deteniéndonos tan sólo en la empatía suscitada por la apariencia sensible de los otros sujetos, donde por primera vez se ha planteado el problema del conocimiento de los otros sujetos, por lo que tiene para nosotros un particular interés. Antes es preciso hacer notar que todas estas formas de empatía pueden ser positivas o negativas. Cuando la empatía es positiva hay una coincidencia entre el objeto y nosotros, o dicho de otro modo, nos sentimos bien, sentimos placer al proyectamos en el objeto. En la empatía negativa sucede todo lo contrario (18). Pasamos a las diversas formas de empatía.

 Una forma de la empatía general aperceptiva es el ritmo, que hace simplemente de la proyección de la marcha de nuestra apercepción en lo apercibido en la estructura de un ritmo. Otro caso es la llamada unidad de las cosas, unidad que no es más que nuestra unidad de conciencia proyectada en aquéllas. Igualmente proyectamos en las cosas nuestra actividad. Aperceptiva es esta empatía porque se presenta en las funciones de la apercepción.

En la empatía de estados de ánimo se proyectan éstos en una impresión de color o de sonido. Casos conocidos los tenemos en la contemplación del paisaje o la audición de la música.

Importante para el conocimiento de la naturaleza es la empatía condicionada empíricamente, por las relaciones que se presentan en aquélla. Una primera forma se nos ofrece en el enlace causal; en éste surge una tendencia en mí a pasar de la causa al efecto, y precisamente esta tendencia constituye la necesidad lógica de la causalidad. Otra forma, unida inmediatamente a la anterior, es la que se presenta en el concepto de fuerza como sentimiento de esfuerzo; esta fuerza se proyecta en la causa y da lugar a la fuerza física. «No sólo la gravedad, sino también la solidez, la dureza, la blandura y todas las fuerzas y acciones y pasiones en el mundo de las cosas surgen sólo en él por empatía» (19).

Pasamos ahora a considerar la empatía suscitada por la apariencia sensible de los otros sujetos. Hemos dicho que esta forma era la que nos proporcionaba el conocimiento de los otros sujetos. El problema de este conocimiento, a pesar de ser interesante, no ha surgido más que en la psicología actual, y es precisamente un mérito de Lipps el haberlo atacado y el haber presentado una solución. Es, pues, preciso considerar con algún detenimiento, como ya se dijo, esta teoría de Lipps. Distinguiremos al hacer esto, basándonos en la exposición misma de este psicólogo, la crítica de la teoría usual y vulgar de la analogía, y la presentación de la empatía como fundamento del conocimiento de los otros sujetos (20).

De los otros sujetos no conocemos inmediatamente y por la percepción más que los gestos, ademanes, sonidos emitidos por ellos, etc., o sea, en general, aquello que llamamos la expresión de su vida mental psíquica. Ahora bien; esta vida mental o psíquica (con sus diferentes aspectos) de los otros sujetos, es algo que admitimos siempre en ellos y algo que se nos revela en aquellos movimientos o fenómenos expresivos de los cuerpos humanos. ¿En virtud de qué proceso psíquico llegamos a esto? Corrientemente se responde que en virtud de un razonamiento por analogía, que diría en el fondo: suponemos que los otros, internamente, son como nosotros porque externamente se nos asemejan, o dicho de diferente modo: como los movimientos expresivos perceptibles son análogos en los otros sujetos y nosotros, suponemos que acompañan a ellos, en los otros sujetos, estados psíquicos análogos a los nuestros. Ahora bien; Lipps piensa que esta teoría de la analogía es imposible, pues no está de acuerdo con los hechos, y esto por las siguientes razones. Primeramente: hay muchos movimientos y fenómenos corporales expresivos que no son conocidos primero en nosotros y después en los otros, como supone la teoría, ya que para ello es preciso que estado expresado y expresión hayan sido observados juntos en nosotros, de modo que después al percibir la última se supongan los primeros. Por el contrario, dichas expresiones de estados mentales se conocen primero en los otros, y de los otros se transportan a nosotros. Esto es lo que acontece con los gestos expresivos de la boca y los ojos. Segunda: no hallamos en el proceso del conocimiento de los otros sujetos un razonamiento por analogía. Efectivamente; un razonamiento por analogía es, por ejemplo, el que sigue: El humo sigue al fuego, dado que los he observado a ambos en esta relación; ahora bien: aquí hay humo, luego aquí hay fuego. En el proceso del conocimiento de los otros sujetos, lo único que nos permitiría afirmar el razonamiento por analogía sería que a un determinado gesto percibido que en mí acompaña, por ejemplo a la cólera, sigue mi estado mental de cólera. Sin embargo, no es esto lo que yo concluyo, sino que la cólera existe en el otro sujeto y que se expresa en el gesto que yo percibo. Por lo tanto paso de mí a otro sujeto, creo algo nuevo que antes no existía en mi representación, a saber: el otro sujeto y su estado mental de cólera.

Resultado de lo anterior es que al problema del conocimiento de los otros sujetos no puede responder satisfactoriamente la teoría de la analogía. La base de dicho conocimiento se halla, según Lipps, en una cuarta forma de empatía, a saber: en la empatía suscitada por «la apariencia sensible del hombre, por su apariencia visible y audible» (21). Veamos esta forma de empatía. Notas características suyas que la diferencian de las otras clases son que «se la designaría mejor con el término autoobjetivación, esto porque lo proyectado es todo el Yo con sus maneras de actividad, no su sentir» (22), y además, que no es la actividad presente, sino un recuerdo, lo que se proyecta en la apariencia sensible del hombre; por ejemplo: la representación de la cólera; el recuerdo de la cólera, surge en mí y se proyecta unificándose con el hombre en cólera. Esta empatía también es positiva (simpatía) y negativa (antipatía). Reposa, como las demás formas, en un instinto que incluye, «por una parte, el instinto de expresión de vida o de notificación de procesos internos por procesos corporales y, por otra, el instinto de imitación externa» (23). He aquí, con un ejemplo tomado de Lipps, cómo se enlazan: «Me hallaba una vez triste. Entonces experimenté, al mismo tiempo, la tendencia a producir los gestos de la tristeza. Pero no experimenté a éstos como algo conjunto con la tristeza, sino como algo que se hallaba en ella, y seguí la tendencia, produciendo por actividad instintiva los gestos. Ahora veo estos gestos en alguna parte. Entonces surge de nuevo inmediatamente en la percepción o mejor en la apercepción de estos gestos, la tendencia a la propia producción de ellos. Ahora bien; ésta es la misma tendencia que, como un componente inseparable, se halla incluida en mi tristeza. Por consiguiente incluye su presentación la reproducción de la tristeza, que se halla fundida con ella en un suceso único» (24). No se trata, pues, de un proceso asociativo, sino de un proceso sui generis, a saber: la exteriorización del sujeto o de una modalidad del sujeto; en el presente caso, de un sentimiento. Lo mismo sucede con la empatía suscitada por los movimientos voluntarios, en que el movimiento desempeña el papel del gesto en el ejemplo anterior. Igualmente en las formas en reposo proyectamos el propio sentimiento vital y aun lo hacemos en las formas de un individuo humano de otro sexo que el nuestro, en lo que fracasaría abiertamente la analogía, según Lipps. De la misma manera sucede con los gritos, expresión de afectos, y en la inteligencia de la palabra; hay en lo último una tendencia a expresar por la palabra y una tendencia a imitar la palabra. Con la división del Yo se proyecta en el otro sujeto el contenido de la palabra, que aparece así como comunicado. Por estos mismos factores se explica, en cuanto es un hecho psicológico, el origen del lenguaje: la tendencia a expresar ha producido sonidos, en verdad en un principio sólo revelando las grandes diferencias afectivas de las experiencias; más tarde, con el dominio sobre los órganos de la palabra, se afinan las diferencias. Este lenguaje individual se uniforma por la imitación. Aparte de esta imitación social, hay la imitación de la comprensión del objeto, es decir: la expresión de ésta mediante sonidos o enlaces de sonidos que despiertan una impresión análoga a aquella comprensión en quien los oye.

De la empatía, pues, surge la admisión de una pluralidad de sujetos. «El Yo propio objetivado, o el Yo ajeno producido por autoobjetivación, aparece inmediatamente como objetivamente real» (25). Este hecho hace de la empatía fuente de conocimiento. Pero debe tenerse en cuenta que esto sucede en la empatía negativa, pues sólo en ella se separa lo proyectado del sujeto que proyecta; en la positiva no hay más que un sujeto, debido a la coincidencia de lo proyectado y el Yo que proyecta. Lo mismo que en la percepción externa e interna, este hecho es irreductible; reposa en un instinto. «El instinto es, pues, el fundamento general de todo nuestro conocimiento de la realidad» (26). Lo que ha de añadirse para depurarlo es la sumisión a las leyes de la razón o a la ley lógica. Por una unión de la fantasía y la empatía surge el modo de pensar propio del animismo, en los pueblos primitivos.

Unas palabras, para terminar este punto, relativas a la empatía estética y a la empatía ética y práctica. En la empatía estética no importa que aquélla en que nos proyectamos sea real o no, y además en ella se proyecta tan sólo el sentimiento. Cuando la empatía es positiva, el objeto que la suscita nos parece bello; cuando es negativa, feo.

La empatía ética y práctica exige, por el contrario, la realidad de aquello en que nos proyectamos. Es aquélla que está a la base de todo altruismo y de toda organización social, anterior a todo proceso artificioso que intervenga en ella.

El concepto de valor, que tiene sus precedentes en Lotze, aparece tratado con extensión por Lipps (27). Como ya antes se dijo, el juicio es una forma de la apercepción, a saber: la forma interrogadora, y su esencia está para Lipps, como para Brentano, en el reconocimiento o no reconocimiento, en la aceptación o repulsa; en Lipps, en particular, de una exigencia, o sea de una relación de los objetos. Ahora bien; esta relación puede ser; o de inteligencia (por ejemplo, la causalidad), y entonces el juicio es de inteligencia, o de carácter práctico de adecuación a nuestros fines. El juicio que reconoce o no reconoce exigencias del último tipo, es el juicio afectivo o de valor. Todo juicio de valor, afirmativo, se basa en un sentimiento de placer que reconocemos fundado en un objeto o, mejor dicho, fundado en la actitud que de nosotros exige un objeto, ya que el sentimiento no es para Lipps más que una coloración de la actividad psíquica. Por ejemplo: valoramos positivamente o afirmativamente lo bello porque la actividad de su contemplación nos es grata. Consecuencia de esto es que todos los valores son valores de actividad, o sea, en el fondo, valores éticos. Así, también el valor supremo corresponde a la plena personalidad. El valor estético es sólo atribuido a lo que aparece sensiblemente, pues nada le importa al sujeto aquí la realidad. Ley suprema de los valores éticos es la misma que la ley de los conocimientos válidos: la ley de identidad que exige concordancia consigo mismo y que equivale a la ley moral suprema de Kant.

En relación con los valores está en Lipps el concepto de religión, y se determina por él el sentimiento religioso en la siguiente forma. El sentimiento religioso es el sentimiento de la inclinación a creer que el mundo en su último fundamento, o que el último fundamento del mundo, es espíritu, un Yo trascendente al Yo individual, libre de los límites de éste, y por esto emparentado con él; y que este mundo, tal como lo conocemos mediante la inteligencia, es revelación de aquel su fundamento; y que todas las exigencias del pensar, del valorar, del querer son exigencias de este Yo trascendente; que el Yo individual y todo lo real son sólo un punto en aquel Yo, determinado o llamado a desarrollar su esencia en su lugar; y es el sentimiento de veneración ante esto trascendente; y el sentimiento de esperanza de que la realización de aquel destino es posible y que, aunque en progreso infinito, sucederá. En toda religión hay tanto de religión, como en ella está contenido el sentimiento de un enlace tal (28). A este sentimiento corresponde la afirmación metafísica de que: «Lo real y lo que en ello se manifiesta, es la conciencia trascendente en que cada conciencia individual es un punto (29).

Th. Lipps ha tenido numerosos discípulos (influidos muchos de ellos después, como ya se dijo, por Husserl); citamos a E. Aster, A. Brunswig, Th. Conrad, M. Ettlinger, A. Fischer, M. Geiger, A. Pfänder, A. Reinach, O. Selz, E. Vogtländer, Gallinger, Norbert Stern. 

__________

(15) Empatía es la traducción de Einfühlung propuesta para el inglés por Titchener y Hard, y por ser un término griego aprovechable para nosotros.

(16) Leitfaden der Psychologie, pág. 222. Lipps se refiere aquí a la palabra alemana Einfühlung, literalmente traducida: Sentir en.

(17) Ídem, pág. 223.

(18) «Lo que se nos impone o presenta por sí se acepta gustosamente porque tiende hacia la misma dirección mi propio ser y mi estado presente, o mi ser presente se opone a aquéllo. En el primer caso tengo un sentimiento de armonía; en el último, de desarmonía. Allí, por ser concordante con mi ser, me parece grato lo que se presenta en la apariencia sensible y se impone a mi experiencia actual. Aquí me parece ingrato porque se halla en contradicción con mi ser. Allí es objeto de mi simpatía; aquí, de mi repulsa interna. En el primer caso hablo de empatía positiva; en el segundo, de empatía negativa» (Leitfaden der Psychologie, pág. 229).

(19) Leitfaden der Psychologie, pág; 227.

(20) El problema del conocimiento de los otros sujetos ya fue, en cierto modo, tocado por R. AVENARIUS (Der menschliche Weltbegriff, 1891) con su concepto de la introyección o proyección de nuestra vida psíquica en otros sujetos. Recientemente se han ocupado de dicho problema M. SCHELER (ya citado como partidario de Husserl), que admite una percepción de los otros sujetos (Sypathiegefuhle, 1913, Apéndice I); VOLKELT (Das ästhetische Bewusstsein, 1920, parte IV), que admite una Certeza del Tú originaria, y DRIESCH (Die Philosophie des Organischen, 22 edición, 1921, parte II, 3), que lo pone en relación con la categoría de la totalidad

(21) Leitfaden der Psychologie, pág. 228.

(22) Ídem, pág. 228.

(23) Ídem, pág. 229.

(24) Leitfaden der Psychologie, págs. 229-230.

(25) Ídem, pág. 235.

(26) Ídem, pág. 235.

(27) Véase Meinong.

(28) Leitfaden der Psychologie, pág. 344.

(29) De una carta de Th. Lipps. Véase tomo IV de la ya citada Historia de la Filosofía de Uberweg.

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J. Vicente Viqueira – La Psicología Contemporánea             Capítulo IV – PSICOLOGÍA INTROSPECTIVA (Brentano, Lipps…)

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