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Torre de Babel Ediciones

Santo Tomás de Aquino – Filosofía Medieval y Cristiana – Tomismo


SANTO TOMÁS

Ejercicios  –  Textos

RESUMEN de su pensamiento  –  INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES

Conceptos fundamentales explicados

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Tomismo

Escuela fiel a las doctrinas filosóficas y teológicas de Santo Tomás de Aquino.

Tras la muerte de este filósofo hubo una importante oposición a sus doctrinas, particularmente por parte de los franciscanos, que reivindicaron a San Agustín como el más fiel exponente del punto de vista cristiano; la oposición culminó en la condena de algunas de las doctrinas tomistas por parte de las autoridades eclesiásticas de París y Oxford en 1277. Sin embargo, pronto se vio que el miedo a su pensamiento era infundado y tras la canonización de Santo Tomás en 1323 el tomismo se fue extendiendo paulatinamente, primero entre los dominicos -orden religiosa a la perteneció Tomás de Aquino- y posteriormente fuera de la propia orden, destacando, por ejemplo, los jesuitas españoles Francisco de Vitoria y Francisco Suárez (siglo XVI). La aparición de nuevos sistemas filosóficos a partir de la Edad Moderna eclipsó el pensamiento tomista; pero en el siglo XIX un grupo de pensadores italianos, inspiradores de la encíclica de León XIII  «Aeterni Patris» (1879) en la que se defiende el pensamiento de Tomás de Aquino como el más adecuado al cristianismo, marcó la renovación de su pensamiento en lo que se ha dado en llamar neotomismo o neoescolástica. Los principales representantes de la neoescolástica contemporánea son: J. Maréchal, J. Maritain, E. Gilson

Santo Tomás – Esquema de su pensamiento – Resumen de la filosofía tomista para la preparación de la PAU (prueba de acceso a la universidad)

Para ampliar conocimientos: En la Historia de la Filosofía de Zeferino González.

imageTEXTOS DE SANTO TOMÁS

Por la extensión y profundidad de su pensamiento y su coherencia respecto de la doctrina cristiana,  el Papa León XIII reivindica a Santo Tomás, al que califica de «Doctor Angélico», como el más importante de los pensadores escolásticos.

Ahora bien: entre los Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos». Sus doctrinas, como miembros dispersos de un cuerpo, reunió y congregó en uno Tomás, dispuso con orden admirable, y de tal modo las aumentó con nuevos principios, que con razón y justicia es tenido por singular apoyo de la Iglesia católica; de dócil y penetrante ingenio, de memoria fácil y tenaz, de vida integérrima, amador únicamente de la verdad, riquísimo en la ciencia divina y humana, comparado al sol, animó al mundo con el calor de sus virtudes, y le iluminó con esplendor. No hay parte de la filosofía que no haya tratado aguda y a la vez sólidamente: trató de las leyes del raciocinio, de Dios y de las substancias incorpóreas, del hombre y de otras cosas sensibles, de los actos humanos y de sus principios, de tal modo, que no se echan de menos en él, ni la abundancia de cuestiones, ni la oportuna disposición de las partes, ni la firmeza de los principios o la robustez de los argumentos, ni la claridad y propiedad del lenguaje, ni cierta facilidad de explicar las cosas abstrusas.
Añádese a esto que el Doctor Angélico indagó las conclusiones filosóficas en las razones y principios de las cosas, los que se extienden muy latamente, y encierran como en su seno las semillas de casi infinitas verdades, que habían de abrirse con fruto abundantísimo por los maestros posteriores. Habiendo empleado este método de filosofía, consiguió haber vencido él solo los errores de los tiempos pasados, y haber suministrado armas invencibles, para refutar los errores que perpetuamente se han de renovar en los siglos futuros. Además, distinguiendo muy bien la razón de la fe, como es justo, y asociándolas, sin embargo amigablemente, conservó los derechos de una y otra, proveyó a su dignidad de tal suerte, que la razón elevada a la mayor altura en alas de Tomás, ya casi no puede levantarse a regiones más sublimes, ni la fe puede casi esperar de la razón más y más poderosos auxilios que los que hasta aquí ha conseguido por Tomás.
Por estas razones, hombres doctísimos en las edades pasadas, y dignísimos de alabanza por su saber teológico y filosófico, buscando con indecible afán los volúmenes inmortales de Tomás, se consagraron a su angélica sabiduría, no tanto para perfeccionarle en ella, cuanto para ser totalmente por ella sustentados. Es un hecho constante que casi todos los fundadores y legisladores de las órdenes religiosas mandaron a sus compañeros estudiar las doctrinas de Santo Tomás, y adherirse a ellas religiosamente, disponiendo que a nadie fuese lícito impunemente separarse, ni aun en lo más mínimo, de las huellas de tan gran Maestro. Y dejando a un lado la familia dominicana, que con derecho indisputable se gloria de este su sumo Doctor, están obligados a esta ley los Benedictinos, los Carmelitas, los Agustinos, los Jesuitas y otras muchas órdenes sagradas, como los estatutos de cada una nos lo manifiestan.
Y en este lugar, con indecible placer recuerda el alma aquellas celebérrimas Academias y escuelas que en otro tiempo florecieron en Europa, a saber: la parisiense, la salmanticense, la complutense, la duacense, la tolosana, la lovaniense, la patavina, la boloniana, la napolitana, la coimbricense y otras muchas. Nadie ignora que la fama de éstas creció en cierto modo con el tiempo, y que las sentencias que se les pedían cuando se agitaban gravísimas cuestiones, tenían mucha autoridad entre los sabios. Pues bien, es cosa fuera de duda que en aquellos grandes emporios del saber humano, como en su reino, dominó como príncipe Tomás, y que los ánimos de todos, tanto maestros como discípulos, descansaron con admirable concordia en el magisterio y autoridad del Doctor Angélico.

* In 2ª, 2ª, q. 148, a. 4, in fin

León Papa XIII, Epístola Encíclica Aeterni Patris, Sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino (4 de agosto de 1879)

Edición en papel:
Historia de la Filosofía. Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna.
Javier Echegoyen Olleta. Editorial Edinumen.
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