Mecanicismo
Doctrina filosófica para la cual la realidad puede explicarse a
partir de la causalidad eficiente, es decir, sin referencia a ningún fin o
propósito.
Generalmente el mecanicismo intenta explicar la realidad en
términos de materia en movimiento, aunque también podemos encontrar
teorías filosóficas que sin considerar
a la mente en términos materialistas dan de ésta explicaciones
mecanicistas, como ocurre en gran medida con las leyes de la asociación de
Hume.
Aunque
encontramos tesis mecanicistas en la antigüedad –por ejemplo, en la
filosofía atomista–, es a partir del Renacimiento cuando esta teoría tiene
mayor importancia y profundidad. La ciencia moderna es mecanicista, y ya
Galileo introduce las ideas básicas de este punto de vista. Los dos
elementos característicos del mecanicismo moderno son los siguientes
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distinción entre cualidades
primarias y cualidades secundarias: las
cualidades secundarias son los colores, sonidos y sabores, y son
subjetivos; no son rasgos de las cosas sino meros efectos de ciertas
combinaciones de materia sobre nuestras mentes. Las cualidades primarias
son las cualidades objetivas, las cualidades que realmente poseen las
cosas (figura, número, tamaño y movimiento). Esta clasificación la
introduce Galileo y será aceptada por Locke y Descartes;
-
rechazo de la causalidad final: las explicaciones aristotélicas del mundo natural consideraban
imprescindible la referencia a la causalidad eficiente para la
explicación del mundo natural, pero también a la causalidad final y a la
causa formal. Las explicaciones mecanicistas rechazan la causa final, y,
de la causa formal, sólo aceptan las formas matemáticas, bien geométricas
como la figura, bien otras puramente cuantitativas, como el tamaño la
cantidad y el movimiento.
Descartes aceptó el mecanicismo respecto del
mundo físico o res extensa, precisamente en estos dos sentidos:
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consideró que hay propiedades que
atribuimos a las cosas pero que en realidad son una mera consecuencia de
la constitución física de nuestros sentidos (las cualidades secundarias) y
hay otras propiedades que realmente se encuentran en las cosas,
propiedades describibles matemáticamente y de las que cabe, por lo tanto,
claridad y distinción. Recordamos que para Descartes la característica
básica de las cosas materiales es la extensión (longitud, anchura y
profundidad), que es un rasgo puramente geométrico y cuantitativo;
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en el mundo físico todo es consecuencia
de los cambios dados con anterioridad (causalidad eficiente) y no de una
supuesta causalidad final inscrita en las cosas. La totalidad del mundo
material puede tratarse como un sistema mecánico, y no hay necesidad
alguna de introducir o considerar otra clase de causas que las eficientes.
La causalidad final es una concepción teleológica y no es adecuada para
la física. Ello lleva a rechazar la existencia de almas o principios
vitales ocultos en los seres vivos, y de formas substanciales
en los seres inertes. Los principios
puramente cuantitativos, materiales y mecánicos que utilizamos
para explicar los seres no vivos nos sirven también para explicar los
seres vivos.
Con sus tesis mecanicistas Descartes intenta
fundamentar la física moderna, física que, a diferencia de la
aristotélica, es esencialmente matemática.
Otro elemento importante del mecanicismo
cartesiano se refiere a su concepción de los animales y las plantas como
máquinas. Los animales no tienen mente y pueden ser explicados en
términos de materia en movimiento (mecánicamente). Sin embargo su
conducta parece que descansa en estados mentales (ingenuamente, nos parece
que el perro se escapa porque tiene miedo, o que sigue a su amo porque le
quiere, que sabe encontrar el alimento que ayer escondió porque tiene
memoria e inteligencia). Descartes consideró que las atribuciones de
estados mentales que hacemos en estos casos es injustificada puesto que
podemos explicar esta conducta que aparentemente
depende de una mente sin referirnos a
la mente. Y concluyó de este modo tras observar que los ingenieros
de su época habían construido artefactos (máquinas) en las que las parte
físicas estaban dispuestas de tal forma que parecían darles conducta
final. Pero en estos casos está claro que dicha conducta no descansa en
una mente sino que es responsabilidad de sus componentes físicos. Los
animales no tienen mente, aunque parezcan tenerla, como los autómatas no
tienen mente aunque parezcan tenerla. En el caso de los autómatas el
responsable de su conducta aparentemente mentalista y final es el hombre,
que los ha fabricado; en el caso de los animales, el responsable es la
propia naturaleza y en último término Dios, que es la causa última del
mundo.
En el hombre hay que distinguir aquella conducta que depende
exclusivamente del cuerpo (procesos físicos como la respiración, la
digestión, la circulación de la sangre) y que puede explicarse
mecánicamente, de aquella conducta que depende de nuestra mente (como el
lenguaje y la ciencia) y que nunca podrá explicarse en términos de
materia en movimiento (es decir mecánicamente).
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