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Torre de Babel Ediciones

Estoicos – Historia de la Filosofía de Jaime Balmes

Historia de la Filosofía

Explicación de la filosofía de los principales pensadores, resúmenes, ejercicios…

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

JAIME BALMES (1810-1848) – Índice general

Historia de la Filosofía  – Jaime Balmes                                                                Capítulo XXV – ESTOICOS

XXV – ESTOICOS

Zenón de Citio - Estoicismo - Historia de la filosofía133. La escuela estoica, fundada por Zenón de Citium, y que tomó el nombre del pórtico en que éste enseñaba, se ha hecho célebre por la severidad de su moral. Adoptó el rigor de los cínicos, mas no su impudencia. Zenón fue discípulo del cínico Crates; pero se instruyó posteriormente en la escuela de Megara bajo la enseñanza de Stilpon, y en la platónica, oyendo primero a Xenócrates y después a Polemón.

134. Según los estoicos, nada hay bueno sino la virtud, nada malo sino el vicio. La virtud es la felicidad, el vicio, la desdicha. La virtud es sabiduría, el vicio, insensatez. El sabio o virtuoso, que para ellos significa lo mismo, es feliz, sean cuales fueren sus aparentes infortunios; si le atormentan en el potro, le meten en el toro de Falaris, o le destrozan lentamente sus carnes, continuará dichoso: su ventura es imperturbable; nada pueden contra ella los hombres; la conciencia es un cielo. Verdad es que a más de la virtud y el vicio hay en el mundo otras cosas que parecen buenas o malas; mas los estoicos, temerosos de contaminarse, no les daban estos nombres, sino el de preferibles o posponibles; los de bien y de mal los reservaban a la virtud y al vicio.

135. El sabio de los estoicos es una especie de ser impasible, a quien nada puede perturbar. Todo lo tiene y nada puede perder, y así no teme; nada le falta, y así nada desea; las pasiones que se levantan en los demás hombres, el sabio las conserva encadenadas, siempre, en todas ocasiones, en la fortuna próspera o adversa. La familia perece, los amigos mueren, la patria se hunde, el mundo se desploma: el sabio está sereno; el gozo retoza, la alegría se derrama, el dolor gime, la tristeza suspira, el asombro se petrifica, el terror se hiela y enmudece: el sabio continúa impasible.
¿Dónde está ese hombre? Entre los antiguos no se le encuentra; es un ser ideal que ellos concebían, nada más.

136. ¿Cuáles eran las doctrinas en que pretendían apoyar tanta virtud? Es sensible que tan bellos sentimientos no tuviesen por cimiento una sólida teoría. ¿Cuál era el Dios de los estoicos? El fuego: uno de los cuatro elementos. ¿Qué era el alma ? Una centella de fuego. ¿A qué condiciones está sujeto el ejercicio de su acción? La necesidad. El hado, fatum: el alma, según los estoicos, no es libre. ¿Cuál el porvenir que nos espera, en recompensa o castigo? El alma, o muere con el cuerpo, o vive sólo por largo tiempo; a la manera de las cornejas, como dice con. gracia Cicerón (Tusc., lib. I).
Por manera que con un dios corpóreo, un alma material, sin libertad ni vida futura, querían cimentar una moral tan severa; no es más difícil el levantar una pirámide como las de Egipto sobre un montón de arena.

137. El estoicismo continuó por algún tiempo aún después de haber aparecido sobre la tierra la religión cristiana; estoicos fueron Epicteto y el emperador Marco Aurelio. Por lo que nos ha quedado de los escritos de aquella época, parece que el estoicismo se elevaba a mayor altura. ¿Cuál es la causa? La influencia del cristianismo. A la sazón se leían ya por todo el mundo romano los Evangelios y demás libros del Nuevo Testamento; y Atenágoras y San Justino dirigían a los emperadores las apologías de la religión cristiana. Villemain, en su obra de la Filosofía estoica y del cristianismo, ha hecho notables observaciones en confirmación de esta verdad (Misceláneas, t. II).

138. La cosmología de los estoicos se reducía a explicar el mundo por la acción del fuego, materia pasiva, y fuego que da movimiento, acción viva; helo aquí todo. Esto ni siquiera tiene el mérito de la novedad: lo hemos hallado en escuelas anteriores.

139. Su ideología estaba conforme con sus principios materialistas: no habiendo más que cuerpos, no hay más inteligencia que la sensación; toda la actividad del alma se dirige a ésta, y de aquí no puede pasar, porque fuera de esto no hay nada.
Sin embargo, ocupándose el alma de los materiales ofrecidos por la sensación, se forman varias clases de conocimiento: sus grados los explicaba Zenón con gestos. Abría la mano y mostraba el reverso de ella. «He aquí -decía- la representación: visus.» Encorvaba un poco los dedos. «He aquí el asenso: assensus.» Cerraba la mano y mostraba el puño. «He aquí la comprensión: comprehensio.» Con la mano izquierda cogía el puño de la derecha y le apretaba fuertemente: «He aquí la ciencia, patrimonio del sabio» (Cic., I. Acad., lib. II).

140. El método de los estoicos era oscuro, sutil, como de quien descarna huesos o saca espinas con alfileres: nec more hominum acu spinas vellentium, ut Stoici, nec ossa nudantium (Cic., De finibus, lib. IV).

141. Su lógica abundaba de sutilezas: ocupándose sólo de la parte relativa al arte de disputar, se olvidaban de la inventiva.

142. No siempre estuvieron de acuerdo los discípulos de Zenón; profesaban con harta frecuencia opiniones encontradas, que no hay necesidad de exponer aquí. Se distinguen en esta escuela Perseo, Aristón, Herilo, Cleantes, descollando Crisipo, llamado la columna del Pórtico.

143. Los estoicos fueron poco felices en el arte de hablar. Zenón era tan frío que era capaz de apagar el fuego en quien lo tuviese: Restinguet citius, si ardentem acceperit (Cic., De finib., lib. IV). Cleantes y Crisipo escribieron un arte retórica; de la de Crisipo dice Cicerón, con mucho donaire: «Si alguien quiere aprender a callar, no debe leer otra cosa.» Si quis obmuttescere concupierit, nihil aliud legere debeat (Ibid).

Historia de la Filosofía  – Jaime Balmes                                                                Capítulo XXV – ESTOICOS

Capítulo XXIV – Epicúreos                                               Capítulo XXVI – La Academia nueva y la novísima

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