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Torre de Babel Ediciones

Biografia de Platón por Patricio de Azcárate (2)

 

Noticias biográficas acerca de Platón ()     ()

Patricio de Azcárate 

II

Biografía de PlatónFavorino dice en el libro octavo de las Historias diversas, que fue el primero que empleó el diálogo; el primero que indicó a Leodamas de Tasos el método de resolución por el análisis; el primero que se sirvió en filosofía de las palabras antípodas, elementos, dialéctica, acto, superficie plana, providencia divina. El primero entre los filósofos que refutó el discurso de Lisias, hijo de Céfalo; discurso que aparece literal en el Fedro; el primero que ha sometido a un examen científico las teorías gramaticales; en fin, ha sido el primero que ha discutido las doctrinas de casi todos los filósofos anteriores, a excepción sin embargo de Demócrito

Neante de Cicico dice, que cuando Platón se presentó en los juegos olímpicos, se atrajo las miradas de todos los griegos, y que allí fue donde tuvo una conversación con Dion, en el momento en que éste se preparaba para atacar a Dionisio. Se lee también en el primer libro de los Comentarios de Favorino, que Mitrídates de Persia levantó una estatua a Platón en la Academia con esta inscripción:

«Mitrídates de Persia, hijo de Rodobato, ha consagrado a las musas esta estatua de Platón, obra de Sisanion.»

Heráclides dice que Platón era tan reservado y tan juicioso en su juventud, que jamás se le vio reír a carcajada. Sin embargo, su modestia no pudo garantirle de los dichos punzantes de los cómicos. Teopompo le muerde con estas palabras en el Heducaris

«Uno no hace uno, y apenas, según Platón, dos hacen uno.»

Anaxandrides dice en el Teseo

«Cuando devoraba los olivos como Platón.»

Timon dice, por su parte, burlándose de su nombre:

«Semejante a Platón, que sabía forjar tan bien concepciones imaginarias.»

Alexis, en la Meropide

«Vienes a tiempo; porque, semejante a Platón me paseo a lo largo y a lo ancho, embarazado, incierto, y no encontrando nada bueno, no hago más que fatigar mis piernas.»

En el Ancilion

«A fuerza de hablar de cosas que no conoces y de correr como Platón, encontrarás el salitre y la cebolla.» (4)

Anfis en el Anficrates

«El bien a que esperas llegar, ¡oh maestro mío! es aún más problemático para mí que el bien de Platón. Escúchame, pues…»

Y en Dexidemides

¡Oh Platón! no más que una sola cosa; tener un humor sombrío y arrancar tu frente severa, como una concha de ostra.»

Cratino, en la Falsa suposición

«Evidentemente eres un hombre y tienes un alma; no ha sido Platón el que me lo ha dicho, pero a pesar de eso lo creo.»

Alexis, en el Olimpiodoro

«Mi cuerpo mortal ha sido anonadado, pero la parte inmortal ha volado por los aires. ¿No es esto puro platonismo?»

Y en el Parásito

«O bien, como Platón, hablar solo.»

Anaxilas le critica igualmente en el Botrilion Circe y en Las Mujeres ricas. Aristipo dice en el libro cuarto de la Sensualidad antigua, que Platón estaba enamorado de un joven llamado Aster, que estudiaba con él la astronomía, así como de Dion, de quien ya hemos hablado. Algunos pretenden que también amaba a Fedro. Se cree encontrar la prueba de esta pasión en los epigramas siguientes que pudo dirigirle:

«Cuando tú consideras los astros, yo quisiera ser el cielo para verte con tantos ojos como hay de estrellas.»
«Aster, en otro tiempo estrella de la mañana, brillabas entre los vivos; ahora, estrella de la tarde, brillas entre los muertos.»

A Dion

«Las Parcas han tejido con lágrimas la vida de Hecuta y de los antiguos troyanos; pero a ti, Dion, los dioses te han concedido los más gloriosos triunfos y las mas vastas esperanzas. Ídolo de una inmensa ciudad, te ves colmado de honores por tus conciudadanos. ¡Querido Dion, con cuánto amor abrasas mi corazón!»

Estos versos fueron grabados, se dice, sobre la tumba de Dion en Siracusa. Platón había amado igualmente a Alexis y a Fedro, de que hablamos más arriba. Acerca de ellos hizo los versos siguientes:

«Ahora que Alexis no existe, pronunciad solamente su nombre, hablad de su belleza, y cada uno tome su rumbo. Mas, ¿por qué, alma mía, excitar en ti vanos pesares (5) que en seguida es preciso ahogar? Fedro no era menos bello, y le hemos perdido.»

Se dice también que obtuvo los favores de Arqueanassa, a la que consagró estos versos:

«La bella Arqueanassa está conmigo. El amor abrasador reposa aún en sus arrugas. ¡0h! con qué ardor ha debido abrazaros, a vos que habéis gustado las primicias de su juventud.»

Se le atribuyen también los versos siguientes sobre Ágaton

«Cuando cubría yo a Ágaton de besos, mi alma toda entera estaba en mis labios, dispuesta a volar.»

Otros:

«Te doy esta manzana, si eres sensible a mi amor; recíbela y dame en cambio tu virginidad; si me la rechazas, tómala también, y considera cuán fugaz es la belleza.»

Otros:

«Mírame, mira, esta manzana que te arroja un amante, cede a mis votos ¡oh Xantipa! porque ambos a dos nos marchitaremos igualmente.»

Se le atribuye también este epitafio de los Eretrienses, sorprendidos en una emboscada:

«Somos Eretrienses, hijos de Eubea, y reposamos cerca de Suza, bien lejos ¡ay de nosotros! del suelo de la patria.»

Los versos siguientes son igualmente de él:

«Cypris dijo a las Musas: Jóvenes, rendid homenaje a Venus, o envío contra vosotras el Amor con sus dardos. No te chancees, dijeron las Musas; este niño no se separa de nuestro lado.» 

Éstos, en fin.

«Un hombre iba a colgarse; encuentra un tesoro, deja allí la cuerda en lugar del tesoro. El dueño de éste, no encontrándole, coge la cuerda y se ahorca.»

Molon aborrecía a Platón, y dijo un día que era menos extraño ver a Dionisio en Corinto que a Platón en Sicilia. Xenofonte abrigaba alguna prevención contra Platón. Al parecer había entre ambos alguna rivalidad por haber tratado los mismos objetos: el Banquete, la Apología de Sócrates, los Comentarios morales. Además Platón ha tratado de la República, y Xenofonte de la Educación de Ciro. Platón en las Leyes dice, que esta última obra es una pura utopía, y que Ciro no se parecía nada al retrato que hace Xenofonte. Ambos citan frecuentemente a Sócrates, pero jamás se citan el uno al otro; una sola vez, sin embargo, Xenofonte nombra a Platón en el tercer libro de las Memorias

Cuéntase que Antístenes fue un día a suplicar a Platón que asistiera a la lectura de una de sus obras. Platón preguntó sobre qué materia versaba. Sobre la dificultad de comprender, respondió Antístenes. Entonces, replicó Platón, ¿para qué escribes sobre esta cuestión? y le demostró que incurría en un círculo vicioso. Antístenes, herido, escribió contra Platón un diálogo titulado Saton, y desde este momento fueron enemigos. Dícese igualmente, que Sócrates, habiendo oído a Platón leer el Lisis, exclamó: «¡Dioses! ¡qué de cosas me presta este joven!» Y en efecto, ha puesto como de Sócrates muchas cosas que éste jamás ha dicho.

Platón estaba indispuesto con Arístipo; y así le acusa en el Tratado del alma (6) de no haber asistido a la muerte de Sócrates, aunque en aquel acto había ido a Egina, a poca distancia de Atenas. Tampoco amaba a Esguines, porque se celaba de la estimación que le daba Dionisio. Con este motivo se refiere, que habiéndose visto precisado Esguines a ir a Sicilia, Platón le rehusó su apoyo, y que fue Aristipo el que le recomendó al tirano. Y Domeneo asegura, por su parte, que no fue Criton, como lo supone Platón, sino Esguines, el que propuso a Sócrates su evasión; y Platón no pudo atribuir este ofrecimiento al primero, sino como resultado del odio que tenía al segundo. Por lo demás, no cita jamás a Esguines en sus diálogos, excepto en el Tratado del alma y en la Apología

Aristóteles observa que su estilo ocupa un medio entre la poesía y la prosa. Favorino dice en alguna parte, que cuando Platón leyó su Tratado del alma, sólo Aristóteles quedó escuchándole, y que todos los demás se marcharon. Filipo de Oponte pasa por haber trascrito las Leyes que Platón había dejado solamente en borrón; también se le atribuye el Epinomis. Euforion y Parecio dicen, que se encontró un gran número de variantes para el exordio de la República. Aristoxene pretende, por su parte, que esta obra se encontraba ya casi toda entera en las Contradicciones de Protágoras. El Fedro pasa por su primera composición, y a decir verdad, este diálogo se resiente de la mano joven que le hizo. Dicearco llega hasta el punto de censurar todo el conjunto de esta obra, y no encuentra en ella ni arte, ni placer.

Habiendo visto Platón a un joven jugando a los dados, le reprendió. Por poca cosa me reprendes, dijo el joven. ¿Crees tú, repuso Platón, que el hábito es poca cosa?

Le preguntaron si dejaría algún monumento durable, como los filósofos que le habían precedido: «lo primero que hay que hacer, dijo, es crearse un nombre, y hecho esto, lo demás ya vendrá.»

Como entrara Xenocrales en casa de Platón, le suplicó éste que castigara en su lugar a uno de sus esclavos, porque no quería hacerlo él mismo, por estar montado en cólera. Otra vez dijo a un esclavo: «te abofetearía, si no estuviera irritado.» Montó un día a caballo, y se apeó luego, temiendo que el caballo podía comunicarle su fiereza. Aconsejaba a los borrachos que se miraran a un espejo, para que la vista de su degradación les preservase para lo sucesivo. Decía que jamás era conveniente embriagarse, excepto, sin embargo, durante las fiestas del Dios a quien se debe el vino. También llevaba a mal el exceso del sueño, y a este propósito dice en las Leyes: «un hombre que se duerme no es bueno para nada.»

Pretendía que lo más agradable del mundo es oír la verdad, o, según otros, decirla. He aquí, por lo demás, cómo habla de la verdad en las Leyes: «La verdad, querido huésped, es una cosa bella y durable, pero no es fácil convencer a los hombres.» Deseaba que su nombre se perpetuara o en la memoria de sus amigos o mediante sus obras. Se asegura igualmente que hacía frecuentes viajes.

Ya hemos dicho cómo murió. Favorino, en el tercer libro de los Comentarios, refiere este suceso como acaecido en el tercer año del reinado de Filipo. Teopompo habla de las reprensiones que este príncipe le dirigió. Miromano, por otra parte, refiere un proverbio citado por Filon, del cual debía resultar, que Platón había sucumbido a consecuencia de una enfermedad pedicular. Sus discípulos le hicieron magníficos funerales y le enterraron en la Academia, donde había enseñado durante la mayor parte de su vida, y de la que ha tomado su nombre la escuela platoniana.

Su testamento estaba concebido en estos términos:

«Platón dispone de sus bienes de la manera siguiente: La tierra de Efestia que linda al Norte con el camino que viene del templo de Cefisias, al Mediodía con el templo de Hércules situado en el territorio de Hefestia, al Oriente con la propiedad de Arquestrato de Prearros, y al Poniente con la de Filipo de Collis, (7) no podrá ser ni vendida ni enajenada; pertenecerá, si puede ser, (8) a mi hijo Adimanto. Le doy igualmente la tierra de los Eresides, que compré a Calímaco, y que linda al Norte con otra de Eurimedon de Mirrina, y al Poniente con el Cefiso. Además le doy tres minas de plata, un vaso de plata de peso de ciento sesenta y cinco dracmas, un anillo y un pendiente de oro, que juntos pesan cuatro dracmas y ocho óbolos. Euclides, el escultor, me debe tres minas. Declaro libre al esclavo Artemis; en cuanto a Ticon, Bicta, Apoloneades y Dionisio los dejo a mi hijo, al que lego igualmente todos los muebles y efectos especificados en el inventario que está en poder de Demetrio. No debo nada a nadie. Los ejecutores testamentarios serán Sóstenes, Spensipe, Demetrio, Hegias, Eurimedon, Calímaco, Trasipo.»

Tal es su testamento. Sobre su tumba se han grabado muchos epitafios; el primero está concebido así:

«Aquí descansa el divino Aristocles, el primero de los hombres por la justicia y la virtud. Si algún hombre ha podido hacerse ilustre por su sabiduría, es él; ni la envidia misma ha manchado su gloria.»

Y otro:

«El cuerpo de Platón, hijo de Ariston, descansa aquí en el seno de la tierra; pero su alma bienaventurada habita en la estancia de los inmortales. Iniciado hoy en la vida celeste, recibe desde lejos los homenajes de los hombres virtuosos.»

La que sigue es más moderna:

«Águila, ¿por qué vuelas por cima de esta tumba? Dime a qué punto de la estancia celeste se dirige tu mirada. Yo soy la sombra de Platón, cuya alma ha volado al Olimpo; la Ática, su patria, conserva sus restos mortales.»

También se le ha compuesto el epitafio siguiente:

«¿Cómo Febo hubiera podido, si no hubiera dado un Platón a la Grecia, regenerar por las letras las almas de los mortales? Esculapio, hijo de Apolo, es el médico de los cuerpos; Platón lo es del alma inmortal.»

Y he aquí otro sobre su muerte:

«Febo ha dado a los mortales Esculapio y Platón; éste médico del alma, aquel del cuerpo. Platón asistía a una comida nupcial cuando partió para la ciudad eterna, que él mismo se había construido, y a la que había dado por base la estancia de Júpiter.»

Tuvo por discípulos: Spensipe, de Atenas; Xenocrates, de Calcedonia; Aristóteles, de Estagira; Filipo, de Oponte; Hestireo, de Perinto; Dion, de Siracusa; Amielo, de Heraclea; Erasto y Coriseo, ambos de Excepsis; Timolao, de Cizica; Evemon, de Lampsaco; Piton y Heráclides, uno y otro de Enia; Hippotales y Cálipo, de Atenas; Demetrio, de Anfipolis; Heráclides, de Ponto, y muchos otros, entre quienes se cuentan dos mujeres: Lastenia, de Mantinea, y Axiotea, de Plionte. Dicearco dice que esta última vestía traje de hombre. Algunos ponen a Teofastro en el número de sus discípulos; Chamaleon añade aún al orador Hiperide y a Licurgo; también Polemon cita a Demóstenes; en fin, Sabino pretende, en el libro cuarto de las Meditaciones, que Muesistrato de Tasos recibió lecciones de Platón, y apoya su opinión en pruebas bastante probables.

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(4) Es decir, tú llorarás, tú encontrarás amarguras.
(5) El texto dice: porque muestras el hueso a los perros para rechazarlos en seguida.
(6) Es decir, en el Fedon
(7) Efestia, Cefisias, Prearros-Collis, son los distritos del Ática.
(8) Nosotros; si Dios quiere.
 

) Obras completas de Platón. Traducción: Patricio de Azcárate. Colección Biblioteca Filosófica. Medina y Navarro Editores, Madrid, 1871. Volumen 1.
Fuente: Biblioteca Nacional. Madrid. Signatura: 5/10910

      Mantenemos en nuestra edición digital los nombres griegos tal como los ofrece Patricio de Azcárate; excepto en lo que se refiere a la tipografía y detalles de maquetación, reproducimos el texto presente en el Volumen 1; en algún caso que parecía imprescindible hemos modificado la puntuación, y en otros hemos actualizado la ortografía según las reglas de la Real Academia de la Lengua.
 

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