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Torre de Babel Ediciones

Vida del filósofo griego Crates – Fénelon

 

 

Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres

DIÓGENES LAERCIO

 

 

 

Compendio de las vidas de los filósofos antiguos

François Fénelon


Prólogo del traductor

TALES

SOLÓN

PÍTACO

BÍAS

PERIANDRO

QUILÓN

CLEÓBULO

EPIMÉNIDES

ANACARSIS

PITÁGORAS

HERÁCLITO

ANAXÁGORAS

DEMÓCRITO

EMPÉDOCLES

SÓCRATES

PLATÓN

ANTÍSTENES

ARISTIPO

ARISTÓTELES

JENÓCRATES

DIÓGENES

CRATES

PIRRÓN

BIÓN

EPICURO

ZENÓN

 

BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO – Catálogo

COMPENDIO DE LAS VIDAS DE LOS FILÓSOFOS ANTIGUOS

François Fénelon – Índice general
 

 

CRATES

Contemporáneo de Polemón; vivía en la Olimpiada 113.
 

Crates, el Cínico, fue uno de los primeros discípulos de Diógenes. Era hijo del tebano Ascondo, y de una familia distinguida y rica.

Hallándose en la representación de una tragedia, en que se daban algunos pasajes de la vida de Telefo, vio que éste abandonó todas sus riquezas por abrazar la filosofía Cínica. Esto le hizo mucha impresión, y determinó seguir el mismo ejemplo.

 Vendió su patrimonio que le produjo más de 200 talentos, que depositó en casa de un banquero, con orden de que los restituyese a sus hijos, en caso de que tuviesen pocos alcances, pero que si tenían bastante elevación de alma para ser filósofos, distribuyese aquella suma entre los ciudadanos de Tebas, pues un filósofo no necesita de nada. Instruidos de esta disposición, sus parientes fueron a verle y a persuadirle que mudase de plan, mas él los arrojó de la casa con un palo en la mano.

Crates usaba en verano un manto de paño muy grueso, y en verano, se vestía con ropas ligeras, para acostumbrarse a una vida áspera, y a los rigores de las estaciones. Entraba sin ceremonias en las casas en que era desconocido, y reprendía severamente a los amos los desórdenes de su conducta. Perseguía a los malos, y les decía mil injurias. Su método de vida, era, como el de todos los Cínicos, duro y lleno de privaciones.

El orador Metrocles padecía una incomodidad flatulenta, cuyos efectos no suelen ser muy agradables a los espectadores, por lo que se había separado de la sociedad y no salía de su casa. Crates, después de haberse llenado el cuerpo de judías, fue a verle y empezó a reconvenirle por su pequeñez de espíritu y su condescendencia con las preocupaciones de la muchedumbre. Entretanto las judías hicieron su efecto acostumbrado, y Crates confirmó con el ejemplo lo que había explicado con palabras. Metrocles se convenció, quemó los libros de Teofrasto, que había sido su maestro, y sólo trató de seguir en un todo la doctrina y el modo de vivir de los Cínicos. Con el tiempo llegó a sobresalir en esta escuela y tuvo muchos discípulos, pero habiendo envejecido y hallándose muy enfermo, se disgustó de la vida y se ahorcó.

Crates era muy feo, y para parecerlo más usaba una especie de capucha de píeles de carnero, de modo que a cierta distancia no se podía distinguir qué especie de animal era. Tenía mucha destreza en toda clase de ejercicios, y cuando se presentaba en el circo para luchar, todos los concurrentes se echaban a reír al verle. Más él decía que los que iban a luchar con él no tardarían en llorar.

Decía que era imposible encontrar un hombre que no hubiese cometido alguna falta en su vida, pero que una granada podía tener algún grano podrido, sin dejar de ser un buen fruto.

Crates quería que sus discípulos tuviesen una completa abnegación de los bienes de este mundo. Los exhortaba a huir de los placeres, diciéndoles que no había cosa más preciosa que la libertad, Y que no puede ser libre el que está sometido a los deleites.

«El amor, decía, se cura con el hambre; si no, la edad lo extingue; y si no, es preciso tomar una cuerda y ahorcarse.»

Cuando hablaba de la corrupción de las costumbres, declamaba contra los hombres de su tiempo que prodigaban el dinero para satisfacer sus caprichos y pasiones, y sentían una pequeña suma en empresas útiles y honestas.

Decía que en su tiempo se daban cinco minas a un cocinero, y una dracma a un médico; cinco talentos a un adulador, y humo al que da buenos consejos; un talento a una cortesana, y un óbolo a un filósofo.Crates - El filósofo Crátes - Giordano- (c. 1650, Rome, Galleria Nazionale d’Arte Antica)

Demetrio de Faleria le envió un jarro de vino y unos panes. Crates le devolvió el vino, manifestándose ofendido de este regalo, pero guardó los panes diciendo: «¡Ojalá hubiese fuentes de pan!» Las costumbres libres de Crates gustaron tanto a Hiparquia, hermana de Metrocles, que a pesar de que muchos hombres de mérito solicitaban su mano, no quiso tener otro marido que aquel filósofo. En vano le hicieron ver la extravagancia de semejante proyecto. A las reconvenciones que le hacían los que se interesaban en su suerte, no daba otra respuesta sino que en caso de no lograr lo que deseaba se quitaría la vida. Sus parientes hicieron los mayores esfuerzos para disuadirla, pero en vano. Por fin recurrieron a Crates, y le suplicaron que tratase él mismo de convencer a Hiparquia. Crates condescendió con estos deseos, y estuvo largo tiempo conversando con ella sobre tan disparatada unión, más viendo que predicaba en desierto, se desnudó en presencia de la joven, y puso a descubierto una enorme joroba, y las demás irregularidades de su persona.«Mirame bien, y mira todo lo que poseo», dijo, arrojando al suelo el saco, el manto, y el báculo, único equipaje de un buen Cínico. «Si te casas conmigo, añadió, no poseerás más bienes que los que estás viendo». Hiparquia no vaciló un momento, y prefirió la mano de Crates a todas las riquezas que podía esperar. Se casó con él, no le abandonó jamás, y le acompañaba en todas las reuniones públicas. Hallándose los dos esposos un día en un banquete, hizo el argumento siguiente al sofista Teodoro, célebre por su impiedad. «Todo lo que Teodoro hace está bien hecho, y fundado en razón. Luego todo lo que Hiparquia haga como Teodoro estará bien hecho y fundado en razón. Teodoro puede darse un bofetón a sí mismo. Luego Hiparquia puede dar un bofetón a Teodoro.» Y en efecto le aplicó los cinco dedos a la mejilla. Teodoro no supo que responder, sino con críticas amargas, acerca de que Hiparquia había abandonado los trabajos y ocupaciones de su sexo. «¿Crees tú, le preguntó ella, que la rueca, y el telar valen más que la Filosofía?»

De esta digna unión nació Pacicles, que fue educado por sus padres en los principios del más puro Cinismo.

Alejandro preguntó a Crates si le serviría de satisfacción ver reedificada su patria: «No, respondió Crates, porque no faltará otro Alejandro que la destruya.»

Decía que su patria era la pobreza, y su tesoro el desprecio de la gloria; que las riquezas de los magnates son como los árboles que nacen en las rocas inaccesibles, y cuyos frutos solo alimentaban a pajarracos inútiles; que un poderoso en medio de sus aduladores era como un ternero rodeado de lobos.

Cuando le preguntaban hasta qué tiempo convendría estudiar la filosofía, respondía: «Hasta que todo el mundo esté convencido de que los que mandan ejércitos no son más que pastores de una manada de asnos.»

Crates, como todos los Cínicos, desapreciaba las ciencias, y sólo se aplicaba a la Moral. Vivió muchos años, y en los últimos estaba muy encorvado, y como oprimido del peso de la vejez. El tiempo de su mayor celebridad fue hacia la Olimpiada 113. Entonces eclipsó a todos los otros filósofos de su escuela. Tebas fue el teatro de sus glorias. Fue maestro de Zenón, fundador de una famosa escuela de Cínicos.

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