Diógenes Laercio - Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres
HERÁCLITO - Libro Noveno
BIOGRAFÍA DE HERÁCLITO
1.
Heráclito, hijo de Blisón o, según algunos, de Heración, fue efesino, y
floreció hacia la Olimpíada LXIX. Sentía en las cosas muy elevadamente, como
consta de sus escritos, donde dice: «El aprender muchas cosas no instruye la
mente.» Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras y aun a Jenófanes y a Hecateo
(623); pues la verdadera y única sabiduría es conocer la mente (624), que puede
disponer o gobernar todas las cosas por medio de todas las cosas. Decía que
Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser abofeteado, y lo
mismo Arquíloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse más que un
incendio, y que el pueblo debe defender las leyes lo mismo que los muros.
2. Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero
Hermodoro, diciendo: «Todos los efesinos adultos debieran morir, y los
impúberes dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Hermodoro, su
bienhechor, diciendo: ninguno de nosotros sobresalga en merecimientos; si hay
alguno, váyase a otra parte y esté con otros.» Como le pidiesen que les pusiese
leyes, lo omitió por causa de que la ciudad estaba ya depravadísima en las
costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana, jugaba a los
dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su alrededor les dijo:
«¿Qué os admiráis, perversos?, ¿no es mejor hacer esto que gobernar la república
con vosotros? »
3. Finalmente, fastidiado de los hombres, se retiró
a los montes y vivió manteniéndose de hierbas; pero acometiéndole de resultas
una hidropesía, regresó a la ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos
«si podrían de la lluvia hacer sequía». Como ellos no lo entendiesen, se
enterró en el estiércol de una boyera, esperando que el calor del estiércol le
absorbiera las humedades. No aprovechando nada esto, murió de sesenta años. Mi
epigrama a él es como sigue:
Me admiré muchas veces
de que viviese Heráclito otro tiempo,
sufriendo tantos males y miserias,
para después morirse.
Regando al fin su cuerpo
con enfermas y malas humedades,
extinguió de sus ojos
la luz, y los llenó de oscuras sombras (625).
Pero Hermipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que «si alguno podía
sacar humedad oprimiendo la tripa»; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo
a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se
apresuró la vida y murió al día siguiente, y fue enterrado en el Foro. Neantes
Ciziceno dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él,
permaneció allí y se lo comieron los perros, no habiéndolo conocido por causa
del disfraz del estiércol.
4. Fue admirado desde niño, y siendo mancebo decía «que no sabía cosa alguna»;
pero cuando llegó a la edad perfecta decía que «lo sabía todo». De nadie fue
discípulo, sino que él mismo se dio a las investigaciones, y decía haberlo
aprendido todo por sí mismo. Sin embargo, dice Soción que algunos lo hacen
discípulo de Jenófanes, y que Aristón asegura en el libro De Heráclito que
curó de su hidropesía y murió de otra enfermedad. Esto mismo dice también
Hipoboto.
5. El libro que de él nos queda, por su contenido se titula De la naturaleza,
bien que está dividido en tres discursos, a saber: Del Universo, De política y
De Teología. Lo depositó en el templo de Diana; y, según algunos, lo escribió de
industria oscuro para que sólo lo entendiesen los eruditos, y por vulgar no
fuese desestimado. Píntalo también Timón diciendo:
Y entre ellos se me erguía y engreía
el cuclillo importuno,
murmurador del pueblo,
Heráclito, inventor de quisicosas.
Teofrasto dice que la melancolía le hizo dejar sus escritos, unos a medio hacer
y otros a veces muy ajenos de verdad. La señal de su grandeza de ánimo, dice
Antístenes en las Sucesiones, es haber cedido el reino a su hermano (626). Su
libro se hizo tan célebre, que llegó a tener secuaces, llamados heraclitianos.
6. Sus opiniones en común son las siguientes: «Todas las cosas provienen del
fuego, y en él se resuelven. Todas las cosas se hacen según el hado (627), y por
la conversión de los contrarios se ordenan y adaptan los entes. Todo está lleno
de almas y de demonios.» Acerca de las mudanzas que acontecen en el estado de
las cosas del mundo, sintió así: «Que el sol es tan grande cuanto aparece.» Afírmase también que dijo que «la naturaleza del alma no hay quien la pueda
hallar por más camino que ande: ¡tan profunda es esta cuestión!» Al amor propio
lo llamaba «mal de corazón (628), y que la vista y aspecto engañan».
7. En su obra habla algunas veces clara y sabiamente; tanto, que cualquiera,
aun duro de entendimiento, lo entiende fácilmente y conoce la elevación de su
ánimo. La brevedad y gravedad de sus interpretaciones es incomparable.
8. Sus dogmas en particular son como se sigue: «Que el fuego es elemento, y que
todas sus vicisitudes o mutaciones se hacen por raridad y densidad.» Pero nada
de esto expone distintamente. «Que todas las cosas se hacen por contrariedad, y
todas fluyen a manera de ríos. Que el universo es finito. Que el mundo es único,
es producido del fuego y arde de nuevo de tiempo en tiempo alternadamente todo
este evo. Que esto se hace por el hado. Que de los contrarios, aquel que
conduce las cosas a generación se llama guerra y lucha o contención, y el que
al incendio, concordia y paz. Que la mutación es un camino hacia arriba y hacia
abajo, y según éste se produce el mundo. Que el fuego adensado se transforma
en licor, y adquiriendo más consistencia para en agua. Que el agua condensada
se vuelve tierra, y éste es el camino hacia abajo. Liquídase de nuevo la tierra
y de ella se hace el agua, de lo cual provienen casi todas las demás cosas»,
refiriéndolo a la evaporación del mar. «Este es - dice - el camino de abajo arriba.
Que las evaporaciones o exhalaciones se hacen de la tierra y del mar:
unas perspicuas y puras, otras tenebrosas. De las puras se aumenta el fuego;
de las otras el agua.
9. Lo que encierra la circunferencia no lo explica; pero dice «hay allá unos
como cuencos, vuelta hacia nosotros la parte cóncava, en los cuales, acopiándose
las exhalaciones puras y perspicuas, forman las llamas, que son los astros.
Que la llama del sol es clarísima y calidísima: los demás astros están muy
distantes de la tierra, y por ello lucen y calientan menos. Que la luna, estando
más cercana a la tierra, anda por paraje no puro; pero el sol está en lugar
resplandeciente y puro, y dista de nosotros conmensuradamente; ésta es la causa
de calentar más y dar mayor luz. Que se eclipsan el sol y la luna cuando sus
cuencos se vuelven hacia arriba, y que las fases mensuales de la luna se hacen
volviéndose poco a poco a su cuenco. Que el día, la noche, los meses, las
estaciones anuales y los años, las lluvias, los vientos y cosas semejantes se
hacen según la diferencia de exhalaciones, pues la exhalación pura inflamada en
el círculo del sol hace el día, y cuando obtiene la parte contraria hace la
noche. Que de la luz, aumentándose el calor, se hace el estío, y de sombra crece
la humedad y se hace el invierno.» Consecuentemente a éstas disputa de las
demás causas. Sobre cuál sea la tierra nada dice, ni tampoco de los referidos
cuencos. Hasta aquí sus dogmas.
10. Cuál fuese el parecer de Sócrates acerca de
Heráclito habiendo visto
su
libro suministrado por Eurípides, como dice Aristón, lo dijimos en la Vida del
mismo Sócrates. Seleuco Gramático dice que un tal Crotón escribe en su Buzo que
un cierto Crates fue el primero que trajo este libro a Grecia y que dijo que «necesita
uno de un nadador delio para no ahogarse en él». Algunos lo titulan Musas;
otros De la naturaleza; Diódoto Exacto gobernalle para el nivel de la vida.
Otros Gnomon de las costumbres y complemento y ornato de una cierta medida para todas
las cosas. Dicen que preguntado por qué callaba, respondió: «Porque vosotros habláis.»
Aun Darío deseó su compañía y le escribió en esta forma:
«EL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS, AL SABIO HERÁCLITO EFESINO: ALEGRARSE.
»Publicaste un libro difícil de comprender y de explicar. En algunos lugares,
si se entiende a la letra, parece encierra cierta fuerza de especulación de todo
el mundo y de cuanto en él se hace, lo cual está constituido en el movimiento
divinísimo; pero muchas cosas tienen asenso (629); y así, aun los que han leído
mucho, quedan dudosos del recto sentido que parece quisiste dar a todo. El rey
Darío, hijo de Histaspis, quiere ser uno de tus oyentes y participar de la
erudición griega. Ven, pues, en breve a nuestra vista y real palacio, pues los
griegos, por lo común, no acostumbrando distinguir los varones sabios,
menosprecian las cosas que éstos demostraron dignas de que se oigan y aprendan
con estudio y diligencia. Conmigo tendrás el primer lugar; cada día una
comunicación grave y honesta, y una vida sujeta a tus exhortaciones.»
«HERÁCLITO EFESINO AL REY DARÍO, HIJO DE HISTASPIS: ALEGRARSE.
»Cuantos viven en estos tiempos huyen de la verdad y de practicar lo justo,
dándose todos a la insaciabilidad y vanagloria por falta de juicio; mas yo, por
cuanto doy al olvido toda injuria y declino el fastidio de toda familiar
envidia; asimismo, porque huyo de vanidad y fasto, no pasaré a Persia,
contentándome con mi cortedad, que es lo que me acomoda.» Tal fue este varón
para con el rey.
11. Demetrio dice en sus Colombroños que también menospreció a los atenienses
por la excesiva opinión que de sí tenía; y aunque desestimado de los efesinos,
eligió el vivir con ellos. Hace también memoria de él Demetrio Falereo en la
Apología de Sócrates. Hubo muchos que interpretaron su libro, como son
Antístenes, Heráclides Póntico y Esfero Estoico, a quienes se añaden Pausanias el llamado
Heraclitista, Nicodemes y Dionisio, y de los gramáticos Diódoto, el cual dice
que aquel escrito no es de física, sino de política, pues lo que trata de
física es allí por modo de ejemplo. Jerónimo dice que Escitino, poeta yámbico,
emprendió el poner en verso dicho libro.
12. Corren muchos epigramas escritos a él, de los cuales es uno
el que se sigue:
Soy Heráclito, sí, necios e ignaros;
¿qué me estáis abatiendo?
No he trabajado, no, para vosotros,
sino para los sabios y peritos.
Váleme por tres mil un hombre solo,
e infinitos, ninguno.
Esto digo también a Proserpina.
Y otro:
No en breve desenvuelvas hasta el eje (630)
el volumen de Heráclito Efesino;
es para ti camino muy impervio,
lleno de oscuridad densa y opaca;
pero si mente sabia te dirige,
aún más claro que el sol lo verás todo.
13. Hubo cinco Heráclitos. El primero éste. El segundo un poeta lírico de
quien hay un Encomio de los doce dioses (631). El tercero un poeta elegíaco
natural de Halicarnaso, a quien Calímaco compuso los versos siguientes:
Uno tu muerte, Heráclito, me dijo,
y me sacó las lágrimas al punto.
Me acordé de cuantas veces
solíamos pasar soles y soles
en sabias juglerías; pero ahora,
Halicarnasio amigo, eres ceniza.
Moriste, sí, moriste;
pero la melodía de tu canto
vivirá eternamente. Y aunque Pluto
se lo arrebate todo,
no alcanzarán sus manos a tu fama.
El cuarto fue lesbio, y escribió la Historia de Macedonia.
Y el quinto un truhán, el cual, de citarista que era, se dio a este modo de vida.
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(623) Por prolepsis (según entiendo, e indica el aoristo I, εδίδαξε que pone Laercio), pues éstos eran ya muertos.
(624) Γνώμην. Mer. Casaubono interpreta por Dios la palabra Gnomen, Mente. Tengo por legítima esta interpretación, por razón
de lo que añade Laercio de nuestro filósofo y lo que de él escriben algunos santos
padres.
(625) Parece hacen alusión a la oscuridad de los escritos de
Heráclito.
(626) βασιλείας. Aunque esta voz ordinariamente significa Reino, aquí significa cierto
magistrado de Éfeso que presidía los
sacrificios (llamado también ίερών βασιλεύς), y allí tenía este nombre, como entre los romanos Rex sacrificulus, o Rex sacrorum. Su mujer se llamaba
Regina, y su palacio, Regia.
(627) Porque Heráclito decía que «la esencia del hado, είμαρμένης, es una razón trascendental a la naturaleza del universo», según escribe
Plutarco, lib. I, cap. XXVIII, De las opiniones de los filósofos.
(628) ίεράν νάσον, sacrum marbum.
(629) έποχήν έχοντα. Sigo la versión común de los intérpretes; pero no dudo debe traducirse así: pero en muchas cosas se debe suspender el
asenso. Este es el significado filosófico de έποχήν.
(630) έπ΄ομφαλόν; los latinos decían: ad umbilicum usque. Eran los cabitos torneados, con su botoncito, del palo en que se arrollaban
los que llamaban volúmenes.
(631) Los doce dioses principales de los gentiles, llamados dioses consentes, seis machos y seis hembras. Ennio los incluye
en estos versos:
Juno, Vesta, Minerva, Ceresque, Diana, Venus, Mars,
Mercurius, Jovis, Neptunus, Vulcanus, Apollo.
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