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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 60. El Amitabha.

PREDICACIÓN DEL BUDDHA

LX.— EL AMITABHA

1. Uno de los discípulos fue hacia el Bienaventurado, palpitante el corazón y el espíritu lleno de duda. E interrogó al Bienaventurado: «¡Oh, Buddha, nuestro Señor y Maestro: ¿De qué nos sirve renunciar a los placeres del mundo, si nos prohíbes hacer milagros y obtener poderes sobrenaturales? ¿Amitabha, la infinita luz de revelación, no es una fuente de innumerables milagros?»

2. Viendo entonces el Bienaventurado, la angustia de aquel espíritu ávido de la verdad, dijo: «¡Oh sravaka!, tú eres un novicio entre los novicios y nadas en la superficie del Samsara. ¿Cuánto tiempo no necesitarás para coger la verdad? No has comprendido las palabras del Tathagata: la ley del karma es inflexible y las oraciones no tienen ningún efecto, porque son palabras vanas.»

3. El discípulo dijo: «¿Luego tú afirmas que no hay milagros ni cosas maravillosas?»

4. Y el Bienaventurado respondió:

5. «¿No es una cosa maravillosa, misteriosísima y milagrosa para el hombre de mundo, que un pecador puede tornarse en santo, que el que adquiere la verdadera luz puede encontrar el camino de la verdad y dejar los malos senderos del egoísmo?

6. El bhikshu que abandona los pasajeros placeres de este mundo por la eterna felicidad de la santidad, realiza él solo un milagro que puede en verdad ser llamado así.

7. El santo cambia en beneficios los males del karma. El deseo de hacer milagros nace sólo de la codicia o de la vanidad.

8. El mendicante razonable no piensa: «Se me debe saludar», y aunque menospreciado por el mundo, no alimenta ningún odio contra él (1).

9. Hace bien el mendicante para que los presagios, los meteoros, los sueños y las señales sean cosas muertas y se libre de los males que esas cosas producen.

10. El Amitabha, la luz infinita, es la Fuente de la existencia espiritual del estado del Buddha; las obras de los brujos y de los facedores de milagros son fraudes; ¿qué hay más maravilloso, más misteriosísimo y más milagroso que el Amitabha

11. «¿Pero, Maestro, dijo el sravaka: es un cuento y un mito la promesa de la región dichosa?»

12. ‹¿Qué promesa es esa?» preguntó el Buddha; y el discípulo continuó (2):

13. «Hay en el occidente una región paradisíaca llamada la Tierra Pura (Sukhavati), llena de oro, de plata, de piedras preciosas. Allí recorren aguas puras sobre cauces de arenas de oro, entre agradables veredas cubiertas de lotos. Se oye una música que produce gozo y llueven flores tres veces al día, los pájaros proclaman cantando armoniosamente las excelencias de la religión, y en los espíritus de los que oyen sus dulcísimos acentos se despierta el recuerdo del Buddha, del Dharma y del Sangha. Allí no puede germinar ningún mal y el mismo nombre del infierno es desconocido. El que pronuncia con fervor y piedad las palabras «Amitabha Buddha» se transporta a esa feliz región de la Tierra Pura, y cuando la muerte se aproxima, el Buddha se le presenta con una corte de discípulos santos y gusta de una tranquilidad perfecta.»

14. «En verdad, dijo el Buddha, hay una parecida región dichosísima. Pero es una región espiritual accesible sólo a los seres espirituales. Tú has dicho que cae hacia el occidente. Eso quiere decir que será menester buscarla allí donde reside el que esclarece el mundo. El sol se abisma y nos deja en las tinieblas más profundas, las sombras de la noche avanzan, y Mara, el malo, sepúltanos en la tumba. Sin embargo, la caída del sol no es una extinción, y allí donde creemos ver la extinción, existe una luz amplia y una vida inagotable.

15. Tu descripción, continuó el Buddha, es magnífica; sin embargo, es insuficiente y hace poca justicia a la gloria de la Tierra Pura. Los hombres del mundo no pueden expresarse sino con las palabras del mundo; emplean comparaciones y palabras mundanas. Pero la Tierra Pura, en la que viven los puros, es mil veces más bella que lo que puedes decir e imaginarte.

16. Además, la repetición del nombre «Amitabha Buddha» no tiene mérito si no se hace en un estado de devoción interior tal, que purifique el corazón del hombre y afirme su voluntad de entregarse a las obras de justicia. Aquel que ha adquirido la luz es el único que puede vivir y respirar en la atmósfera del paraíso occidental.

17. En verdad te digo, el Tathagata vive en la Tierra Pura de eterna felicidad aun demorando todavía en un cuerpo; y el Tathagata predica la ley religiosa a ti y al mundo entero, a fin de que tú y tus hermanos podáis adquirir la misma paz y la misma dicha.»

18. El discípulo dijo: «Enséñame, señor, las meditaciones a que debo consagrarme a fin de que mi espíritu entre en el paraíso de la Tierra Pura

19. Y el Buddha respondió: «Hay cinco meditaciones

20. La primera es la meditación del amor en la que debéis disponer vuestro corazón de suerte que deseéis ardientemente el bien y la prosperidad de todos los seres, sin exceptuar la dicha de vuestros enemigos.

21. La segunda es la meditación de la piedad, por la cual debéis pensar en todos los seres angustiados, representándoos vivamente en vuestra imaginación sus penas y sus angustias, de suerte que nazca en vuestra alma una profunda compasión por ellos.

22. La tercer meditación es la del gozo, en la que habéis de pensar en la prosperidad de los demás, regocijándoos con sus alegrías.

23. La cuarta, es la meditación de la impureza por la que consideraréis las funestas consecuencias de la corrupción, los efectos del pecado y las enfermedades; cuán ligero es a menudo el placer del momento y cuán fatales son sus consecuencias (3).

24. La quinta, es la meditación sobre la serenidad, en la cual debéis elevaros por encima del amor y del odio, de la tiranía y de la opresión, de la riqueza y de la miseria, viendo vuestra propia suerte con una calma imparcial y una tranquilidad perfecta.

25. Un verdadero discípulo del Tathagata no debe poner su confianza en austeridades o en los ritos, sino que repudiando lo ideal del yo, descansará confiado sobre el Amitabha, que es la infinita luz de verdad.»

26. Y habiendo expuesto el Bienaventurado el dogma del Amitabha, la luz inconmensurable que convierte en Buddha al que la recibe, miró en el corazón de su discípulo y vio que quedaban aún algunas dudas y algunas ansias. Entonces el Bienaventurado dijo: «Pregúntame, hijo mío, sobre lo que te oprima el alma.»

27. Y el discípulo preguntó: «¿Un pobre monje puede, sacrificándose, adquirir los talentos de la sabiduría sobrenatural llamada abhijnya y los poderes sobrenaturales llamados riddhi? Muéstrame el riddhi-pada, esto es, el camino de la sabiduría suprema. Ábreme los dhyanas por los que se adquiere el samadhi, la fijeza del espíritu que arrebata el alma.»

28. El Bienaventurado dijo: «¿Cuántos son los abhijnyas?› (4).

29. El discípulo respondió: «Son seis: 1.º el aire celeste; 2.º el oído celeste; 3.º la obediencia del cuerpo a la voluntad o la facultad de transformarse; 4.º el conocimiento del destino de las moradas anteriores, pudiendo conocer los estados anteriores de existencia; 5.º la facilitad de leer en el pensamiento ajeno; y 6.º la ciencia de comprender el último fin del torrente de la vida» (5).

30. El Bienaventurado respondió: «Son en verdad cosas maravillosas, pero todo hombre es capaz de adquirirlas. Considera las facultades de tu propio espíritu: tú has nacido cerca de doscientas leguas de aquí, ¿pero no puedes por tu pensamiento restituirte instantáneamente a tu país natal y volver a ver al detalle la casa de tu padre? ¿No ves con el ojo de tu espíritu las raíces del árbol que sacude el viento sin derribarle? ¿El que recoge las hierbas, no vé siempre que quiere, en su visión mental, cada planta con sus raíces, su tallo, sus frutos y sus hojas, y hasta los usos que pueden tener? ¿El que sabe las lenguas no puede cuando quiere traer a su espíritu las palabras y saber su valor y significación exacta? ¡Cuán bien conoce el Tathagata la naturaleza de todas las cosas! Él mira en el corazón de los hombres y lee sus pensamientos; conoce la evolución de los seres en sus penosas transmigraciones y prevee el fin de ellos.

31. El discípulo dijo: «Entonces el Tathagata enseña que el hombre puede alcanzar por los dhyanas la dicha del abgijnya

32. El Bendito dijo: «¿Cuántos son los dhyanas porque debemos pasar para adquirir el bhijnya

33. Y el discípulo respondió: «Hay cuatro. El primer dhyana es el retiro en el que debes libertar tu espíritu de la sensualidad; el segundo es una tranquilidad de espíritu llena de gozo y de satisfacción; el tercero, consiste en tomar placer en las cosas espirituales; y el cuarto, es un estado de pureza y de paz perfectas en el cual el espíritu se yergue por encima de toda satisfacción y de toda pena.

34. «Bien, hijo mío, mandó el Bienaventurado, sé cuerdo y abandona las prácticas erróneas que sirven sólo para embrutecer la mente.»

35, El discípulo dijo: «Perdóname, ¡oh Bienaventurado!, porque tengo fe sin comprenderla, y busco la verdad. Enséñame, ¡oh Bendito, oh Tathagata, Maestro y Señor mío! enséñame el riddhipada!» (6)

36. Y el Bienaventurado dijo: «Hay cuatro medios de adquirir el riddhi: 1.º Impedir una de las malas cualidades. 2.º Destruirlas cuando han nacido. 3.º Producir la bondad que no existe aún, y 4.º Aumentar la bondad que existe. Busca de buena fe y persevera en buscarla. Al fin encontrarás la verdad.»

__________

(1) Fuente: Buddhism 156.

(2) Fuente: Buddhism of china. S. Beat. XII.

(3) Fuente: Buddism, 170.

(4) Fuente: Handbook of Chinese Buddhism

(5) Ídem: Questions of king Milinda. 127.

(6) Fuente: Buddhism, 175, 176, 173.

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