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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 51. El problema de Simha sobre el aniquilamiento

 

El evangelio del Buddha – Pablo Carus

 

Glosario de términos buddhistas Índice

 

 

PREDICACIÓN DEL BUDDHA

LI.— EL PROBLEMA DE SIMHA SOBRE EL ANIQUILAMIENTO

1. Por entonces muchos ciudadanos distinguidos se reunían en el palacio del pueblo, elogiando sobremanera al Buddha, el Dharma y el Sangha. Entre ellos se hallaba Simha, el general, discípulo de la secta de los Nirgranthas. Y Simha pensó: «Verdaderamente, el Bhagavat debe ser el Buddha, el Santo. Yo quiero ir a verlo».

2. Y Simha fue donde estaba e! jefe de los Nirgranthas, Inyataputra, y acercándose a él, le dijo: «Deseo, señor, ir a ver al sramana Gotama».

3. Inyataputra respondió: «¿Por qué queréis, Simha, vos, que creéis que las consecuencias de los actos son, según su mérito moral, ir a ver al sramana Gotama, que niega la consecuencia de los actos? El sramana Gotama, Simha, niega la consecuencia de los actos, enseña la doctrina de la inacción, y en esa doctrina alecciona a sus discípulos.

4. Entonces el deseo de ir a ver al Bienaventurado disminuyó en el general Simha.

5. Y habiendo oído otra vez Simha glorificar al Buddha, el Dharma y el Sangha consultó de nuevo al jefe de los Nirgranthas, y esta vez también Inyataputra le disuadió que fuera.

6. Y una tercera vez el general oyó ponderar a Buddha, el Dharma y el Sangha, y pensó: «En verdad, el sramana Gotama debe ser el santo Buddha. Que me den su consentimiento o no los Nirgranthas, yo voy, sin pedirles permiso, a ver al Bienaventurado, al santo Buddha.»

7. Y Simha, el general, dijo al Bhagavat: «He oído decir, Señor, que el sramana Gotama niega el resultado de los actos, y que enseña la doctrina de la inacción, diciendo que las acciones de los seres vivos no reciben recompensa, porque proclama el aniquilamiento y el carácter despreciable de las cosas, y alecciona en esa doctrina a sus discípulos. ¿Enseñáis la desaparición del alma y la destrucción del ser en el hombre? Yo os ruego, Señor, me digáis si los que hablan así dicen la verdad, o si levantan un falso testimonio contra el Bhagavat, haciendo pasar por vuestro Dharma una doctrina distinta?»

8. Y el Bienaventurado dijo:

9. En cierto sentido, Simha, los que hablan así de mí dicen la verdad; y en otro, dicen lo contrario. Escucha lo que voy a decirte:

10. Yo enseño, Simha, que no hay que hacer acciones tales que sean culpables ya de hecho, ya de pensamiento; enseño que es menester no dejar nacer los malos estados del alma, que son malos, y no buenos. Enseño, sin embargo, que deben hacerse acciones tales que sean justas, ya por su obra, por su palabra o por sus intenciones; y enseño también que es preciso dar nacimiento a esos estados de alma que son buenos, y no malos.

11. Enseño, Simha, que todos los estados de alma que son malos, y no buenos, y las acciones culpables por obra, por palabra o por pensamiento, deben destruirse. Simha, el que se ha libertado de todos esos malos estados, el que los ha destruido, como un palmar desarraigado, de suerte que jamás puedan desarrollarse en adelante, ese hombre ha realizado la destrucción del «yo».

12. Predico, Simha, el aniquilamiento del egoísmo, de la lujuria, de los malos sentimientos y del error. Sin embargo, no predico el aniquilamiento de la indulgencia, del amor, de la caridad, ni de la verdad.

13. Estimo, Simha, que las acciones culpables son despreciables, ya se hagan por obras, por palabras o por pensamientos; pero estimo que la virtud y la verdad son dignas de loor.»

14. Entonces Simha dijo: «Una duda subsiste aún en mi espíritu acerca de la doctrina del Buddha. ¿Quiere el Bienaventurado disipar esa nube, de suerte que pueda comprender el Dharma que el Thagavat enseña? (2)

15. Y asintiendo el Tathagata, Simha dijo: «¡Oh, Bhagavat!, yo soy un soldado: estoy encargado por el rey de hacer respetar sus leyes y de combatir por él. El Tathagata, que predica la bondad ilimitada y la compasión para todos los que sufren, ¿permitirá el castigo de los criminales? ¿Creerá que es culpable el ir a la guerra para proteger nuestros hogares, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras haciendas? ¿El Tathagata predica la doctrina del abandono absoluto, de suerte que debo dejar al malhechor obrar como le agrade, y ceder con sumisión ante él si pretende por la fuerza tornar lo que me pertenece? ¿El Tathagata afirma que toda lucha debe prohibirse, incluso la guerra emprendida por justa causa?»

16. El Buddha respondió: «El Tathagata dice: ‹El que merece castigo debe ser castigado, y el que es digno de favor debe ser favorecido. Sin embargo, al mismo tiempo enseña que es preciso no hacer daño a ningún ser existente, sino estar siempre lleno de amor y de bondad. Estas prescripciones no son contradictorias, porque el que es castigado por los crímenes que ha cometido, padece el mal, no por consecuencia de la maldad del juez, sino de sus malas acciones. Sus propios actos le han llevado el mal que le inflige el ejecutor de la ley. Cuando un magistrado castigue, no dé albergue en su corazón al odio; así también, un asesino condenado a muerte, debe considerar que el suplicio es el fruto de su propio acto; y si comprende que el castigo purificará su alma, no se lamentará de su muerte, sino que se regocijará de ella.»

17. Y el Bienaventurado continuó: «El Tathagata enseña que toda guerra en la que un hombre trate de matar a su hermano, es lamentable; pero no enseña que los que guerrean por causa justa, después de haber agotado todos los medios para conservar la paz, sean dignos de injuria. El que causa la guerra es el digno de execración.

18. El Tathagata enseña el completo abandono del «yo», pero no dice que se entregue a las malas potencias, sean hombres, dioses o elementos de la naturaleza. La lucha debe existir, porque toda la vida es una lucha en algún modo. Pero el combatiente debe guardarse de combatir en interés de su «yo» contra la verdad y la justicia.

19. El que lucha por interés egoísta, para ser más grande, más poderoso, más rico o más célebre, no tendrá recompensa; pero el que combate por la justicia y la verdad alcanzará una gran recompensa, porque aun su derrota llegará a ser una victoria.

20. El egoísmo no es un vaso adecuado para contener un gran éxito; el «yo» es pequeño y frágil, y su contenido se derramará en seguida para el bien y acaso para el mal de otro.

21. La verdad, al contrario, es bastante grande para contener los deseos y aspiraciones de todas las personalidades, y cuando el «yo» se rompa como una pompa de jabón, su contenido se conservará y vivirá en la verdad una vida eterna.

22. El que va a la guerra, ¡oh Simha!, aun siendo por causa justa, debe esperar ser muerto por sus enemigos, porque ese es el destino de los guerreros; y si el destino le es fatal, no hay razón para quejarse de él.

23. Pero el que quede victorioso debe recordar la inestabilidad de las cosas terrestres. Su éxito puede ser grande, pero por grande que sea, la rueda del destino puede girar y sumergirle en el polvo.

24. Sin embargo, si se modera y extingue todo odio en su corazón, y acercándose a su enemigo vencido le dice: «Venid ahora, hagamos la paz y seamos hermanos», alcanzará una victoria que no es un triunfo pasajero, porque sus frutos durarán eternamente.

25. Un general victorioso es grande, ¡oh Simha!; pero el que ha subyugado su propio «yo» es un vencedor aún mucho más grande.

26. La ley de la victoria sobre el «yo», ¡oh Simha!, no se predica para destruir las almas de los hombres, sino para preservarlas. El que ha vencido su «yo» es más apto para vivir, para conseguir y alcanzar victorias que el que permanece esclavo de su «yo».

27. Aquel cuyo espíritu está libre de la ilusión del «yo», permanecerá de pie y no caerá en la batalla de la vida.

28. Aquel que tenga rectas y justas intenciones, no tendrá desfallecimientos, triunfará en sus empresas y su éxito será duradero.

29. El que albergue en su corazón el amor a la verdad no morirá nunca, porque ése ha bebido el agua de la inmortalidad.

30. Luchad, pues, ¡oh general!, con coraje, y combatid en vuestras batallas con vigor; pero sed soldado de la verdad y os bendecirá el Tathagata» (2).

31. Y cuando el Bienaventurado acabó de hablar, Simha, el general, dijo: «¡Glorioso Señor, Señor gloriosísimo, has revelado la verdad! Grande es la doctrina del Bendito. En verdad que tú eres el Buddha, el Tathagata, el Santo. Tú eres el Instructor de la Humanidad. Tú nos enseñas el camino de la salvación, porque en eso está ciertamente la verdadera liberación. El que te sigue no dejará de estar iluminado en su camino. Encontrará la santidad y la paz. Yo me refugio, Señor, en el Bhagavat, en la Ley y en su Orden. Dígnese el Bienaventurado de recibirme, a partir de hoy hasta el término de mis días, como un discípulo que se refugia en él.»

32. Y el Bhagavat habló así: «Considera antes, Simha, lo que váis a hacer. Es conveniente que las personas de vuestro rango no hagan nada sin haberlo reflexionado maduramente.»

33. La fe de Simha en el Bienaventurado se acrecentó, y respondió: «Si otros maestros, Señor, lograran hacerme un discípulo, llevarían en procesión sus banderas por toda la ciudad de Vaisalí, gritando: «¡Simba, el general, se ha hecho discípulo nuestro!» Por segunda vez, Señor, yo me refugio en el Buddha, en el Dharma y en el Sangha. Dígnese el Bienaventurado en recibirme, a partir de este día hasta el término de los míos, como un discípulo que se refugia en él.»

34. Y el Bhagavat dijo: «Muchísimo tiempo los Nigranthas han recibido ofrendas en vuestra casa. Debéis encontrar justo también darles en lo porvenir su nutrición cuando vuelvan a solicitar sus limosnas.»

35. Entonces el corazón de Shima se inundó de gozo, y dijo: «Había oído decir, Señor: El sramana Gotama enseña: Únicamente a mí y no a los demás se les debe hacer limosnas. Sólo mis discípulos deben recibirlas y no los de otros. Pero el Bienaventurado me exhorta también a darlas a los Nigranthas. Bien, Señor, yo me refugio en el Buddha, en su Dharma y su orden» (3).

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(1) Fuente: Mahavagga, VI, 31.

(2) Fuente: Questions of the kikng Milinda, 254-257.

(3) Fuente: Mahavagga, VI, 31.

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