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Torre de Babel Ediciones

El evangelio del Buddha. Capítulo 20. Kasyapa

 

El evangelio del Buddha – Pablo Carus
Fundación del reino de la verdad

 

Glosario de términos buddhistas Índice

 

 

Fundación del reino de la verdad

XX.- KASYAPA (1)

1. En aquel tiempo, en Uruvilva moraban los jadias; sectarios de Krishna que adoraban el fuego, y Kasyapa era su jefe.

2. En la India entera era renombrado Kasyapa, y su nombre se honraba como el de uno de los hombres más sabios que hubo sobre la tierra. Y era una autoridad en religión.

3. Y el Bienaventurado fue hacia Kasyapa de Uruvilva, el jatila, y dijo: «Déjame pasar la noche en la cámara donde guardas tu fuego sagrado.»

4. Kasyapa viendo al Bienaventurado con toda su majestad y su belleza, pensó: «He aquí un gran muní y noble maestro. Si pasa la noche en el cuarto donde se guarda el fuego sagrado, la serpiente le morderá, y morirá.» Y le dijo: «No me opongo a que pases la noche en la cámara donde se guarda el fuego sagrado, pero la serpiente-demonio te matará, y sentiría que perecieses.»

5. Pero el Buddha insistió, y Kasyapa le dejó entrar en la cámara donde se conservaba el fuego sagrado.

6. Y el Bienaventurado se sentó, enderezando su cuerpo, vigilando atentamente.

7. Por la noche, el dragón se acercó al Buddha vomitando con furia su ponzoña, y llenando el aire con un sofocante vapor; pero no pudo dañarle, y el fuego se consumió, mientras que Aquel que el mundo reverencia permanecía impasible. Y el venenoso demonio tomó tal rabia, que murió en medio de ella.

8. Cuando Kasyapa vio salir de la cámara un resplandor tan grande, se dijo: «¡Ay, qué desgracia! En verdad, el aire de Gotama, el gran Sakyamuni, es gallardo, pero la serpiente le destruirá.»

9. A la mañana siguiente, el Bienaventurado mostró el cuerpo del demonio a Kasyapa, diciéndole: «Su fuego ha sido vencido por mi fuego.»

10. Y Kasyapa pensó: «Sakyamuní es un gran sramana, y posee sublimes poderes; pero no es tan santo como yo.»

11. Había por aquellos días una fiesta y Kasyapa pensó: «Va a venir el pueblo de los contornos, y verá al gran Sakyamuní. Si le habla, creerá en él, y me abandonará.» Y sintió envidia.

12. Cuando llegó el día de la fiesta, el Bienaventurado se retiró, y no fue a ver a Kasyapa. Y Kasyapa fue a buscar al Buddha, y le dijo: «¿Por qué no viene el gran Sakyamuní?»

13. El Tathagata respondió: «¿No has pensado tú ¡oh Kasyapa! que valdría más que yo no acudiese a la fiesta?»

14. Y Kasyapa, sorprendido, pensó: «Sakyamuní es grande, pero no es tan santo como yo.»

15. Y el Bienaventurado se dirigió a Kasyapa, y le dijo: «Tú ves la verdad, pero no la aceptas, por la envidia que hay en tu corazón. ¿La envidia es la santidad? La envidia es el último vestigio de personalidad que queda en tu espíritu. Tú no eres santo, Kasyapa; no has entrado aún en el camino.»

16. Y Kasyapa cesó de resistir. Su envidia se desvaneció, y prosternándose ante el Bienaventurado, dijo: «Señor, nuestro maestro, permíteme recibir la iniciación del Bienaventurado

17. Y el Bhagavat dijo: «Tú eres Kasyapa, el jefe de los jatilas; ve, pues, a informarles de tu designio, y déjales hacer lo que juzguen conveniente.»

18. Entonces Kasyapa fue a ver a los jatilas, y les dijo. «Yo aspiro a llevar una vida religiosa, bajo la dirección del gran Sakyamuní, que es el Buddha, nuestro Señor. Haced lo que os parezca mejor.»

19. Y los jatilas respondieron: «Nosotros hemos concebido un profundo afecto por el gran Sakyamuní, y si os unís a su congregación, nosotros haremos otro tanto.»

20. Entonces los jatilas arrojaron al río los utensilios del culto al fuego, y fueron hacia el Bhagavat

21. Nadí Kasyapa y Gaya Kasyapa, hermanos del gran Uruvilva Kasyapa, hombres aguerridos y jefes del pueblo, que estaban más abajo de la corriente, cuando vieron los utensilios del culto del fuego sobrenadar en el río, dijeron: «Ha debido pasarle alguna cosa a nuestro hermano.» Y acudieron con sus gentes a Uruvilva. Y averiguado lo acaecido, se dirigieron también al Buddha

22. Viendo el Bienaventurado venir los jatilas de Nadí y Gaya, que practicaban rigurosas austeridades, y adoraban el fuego, predicó un sermón sobre el fuego, y dijo: «Todo es ardiente ¡oh, jatilas! El ojo es ardiente; los pensamientos son ardientes; todos los sentidos son ardientes. Arden con el fuego de la pasión. Aquí es la ira; allí es la ignorancia; más allá es el odio; y mientras el fuego encuentre cosas inflamables de que pueda nutrirse, arderá, y habrá nacimiento y muerte, caducidad, pena, lamento, dolor, desesperación y tristeza. Considerando esto, un discípulo de la verdad verá las cuatro nobles verdades, y marchará por el óctuple sendero. Desconfiará de su ojo, desconfiará de sus pensamientos, desconfiará de todos sus sentidos. Se despojará de la pasión, y se libertará. Se liberará del egoísmo, y llegará al estado bendito del Nirvana

23. Y los jatilas se alegraron y se refugiaron en el Buddha, el Dharma y el Sangha

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(1) Fuentes: Fo-sho-hing-tsan-king, 1300-1335; Mahavagga I, 20-21.

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