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Torre de Babel Ediciones

INCONSCIENTE – Freud – Psicoanálisis – Diccionario de Psicología

INCONSCIENTE

     Con esta palabra podemos designar, en primer lugar, todo contenido mental que no se encuentra en la conciencia y al que el sujeto únicamente puede acceder con dificultad. Pero, en segundo lugar, este término también se usa para designar uno de los sistemas del aparato psíquico: es la parte no consciente que sólo puede ser consciente con grandes esfuerzos por parte del sujeto, y, en particular, gracias al trabajo de la terapia. En el inconsciente se encuentran los deseos, instintos y recuerdos que el sujeto reprime por resultarle inaceptables, fundamentalmente a causa de sus propias valoraciones morales; es la capa más profunda de la mente y se identifica en gran medida con el ello. Con todo, parte del super-yo también puede incluirse en el inconsciente en la medida en que no siempre el sujeto es consciente de sus propias valoraciones morales y de la actuación de dichas valoraciones en su vida psíquica y su conducta.    

 
  La mente no consciente puede dividirse en dos grandes regiones: lo no consciente pero fácilmente consciente (como los recuerdos en el sentido ordinario), y lo no consciente y difícilmente consciente por existir unas fuerzas mentales que lo impiden; para distinguir los dos tipos de mente no-consciente, Freud propone los términos «Preconsciente» o inconsciente en sentido simplemente descriptivo, e «Inconsciente»  o inconsciente en sentido dinámico y más propio.
     Freud concibió el inconsciente sólo como inconsciente individual, en el que se encuentran las vivencias reprimidas del sujeto individual, pero Jung supuso, además del inconsciente individual, el inconsciente colectivo, en el que habría que situar las vivencias comunes a toda la humanidad o arquetipos y que se transmiten hereditariamente.
 

     Freud tuvo razones muy importantes para la defensa de la existencia de mente inconsciente; las principales:

  •  los fenómenos de hipnosis le mostraron que podemos saber algo sin  saber que lo sabemos, y que podemos  desear  algo  sin  saber la auténtica  razón de ese deseo;
  • la referencia  a  una  motivación  inconsciente permite  comprender  los  actos fallidos (acciones aparentemente desprovistas de sentido por ser contrarias a la intención de la persona que las realiza) y las confusiones verbales o «lapsus lingue» que ocurren en la vida cotidiana y a personas normales;
  • el mundo simbólico de los mitos, novelas y en particular los sueños; el análisis de los sueños era para Freud «el camino real» para acceder a la provincia de lo Inconsciente. Los sueños sólo se pueden entender a partir de un significado  profundo,  no consciente,  distinto  del significado  explícito  y superficial;
  • sus estudios sobre la histeria le hicieron ver que en la mente pueden existir experiencias y  motivaciones determinantes de la conducta y de la salud física sin que, por efecto de la represión, se sea conscientes de ello;
  • los efectos de la terapia psicoanalítica sólo se comprenden a partir de la teoría de la  represión y de la descarga de una fuerza emocional inconsciente.

Conviene también recordar dos importantes implicaciones antropológicas de la creencia en el inconsciente:

  • La mente no es transparente a sí misma: para la tradición filosófica, la Razón era uno de los atributos esenciales y propios del ser humano; a partir de la filosofía de Descartes se añadía también la autoconsciencia, al punto de acabar identificando la mente con el ser consciente o poder ser consciente voluntariamente; se suele indicar que los enunciados mentalistas en primera persona son «incorregibles» en el sentido de que presentan verdades indudables («pienso, luego existo», sería la máxima expresión de este tipo de enunciados). Frente a ese tipo de planteamientos, el psicoanálisis prima mucho más las dimensiones no racionales del psiquismo (instintos, deseos ligados al cuerpo, emociones…) y, con su defensa del inconsciente cree posible que ignoremos las reales y verdaderas causas de nuestras conductas y estados mentales. Desde la perspectiva tradicional parecía imposible tener un deseo sin ser consciente de él, o que se llegue a odiar a alguien creyendo que le amamos; el psicoanálisis declara que este tipo de «opacidad» es perfectamente posible. 
  • Escisión del sujeto: el psicoanálisis considera que en el interior del sujeto hay elementos opuestos, enfrentados: se puede amar y odiar a la misma persona, desear y no desear lo mismo, saber y no saber algo. Enfrentándose a la concepción tradicional del psiquismo que declara la perfecta identidad del sujeto consigo mismo, y que en las versiones más metafísicas culminará en la idea de alma, Freud parece entender la subjetividad en términos de «identidades difusas», de elementos que pugnan por dominar en el conjunto de la vida psíquica y que tienen relaciones de afinidad o competencia pero nunca de una cohesión tan completa que pueda dar lugar a una unidad en el sentido fuerte o metafísico. Es precisamente a partir de estas tesis como poco a poco la psicología ha ido cuestionando de modo cada vez más radical nociones tradicionales como la de libertad y responsabilidad moral.
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