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Divinidades campestres – La mitología contada a los niños

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La Mitología contada a los niños – Capítulo XVIII – Divinidades Campestres

Así como el cielo, la mar y los infiernos tenían sus divinidades, las tenía también la tierra. La principal era «Pan», que es el símbolo de la Naturaleza, por lo cual se le pinta medio hombre, medio animal, esto es, con patas y cuernos de cabra.

Pero como en Mitología cada autor tiene su parecer, por lo mismo que no hay ninguno cierto, otros autores dicen que esto es debido a que Pan fue el que aconsejó a los dioses, cuando huían precipitados de la acometida de los Titanes, que se transformasen en animales para no ser conocidos, y que él dio el ejemplo convirtiéndose en cabra.

Danle los autores muchos y distintos orígenes; el más significativo es el de ser hijo del Cielo y de la Tierra, como lo es la vegetación, a la que preside. Era Pan horrible, inculto, grosero, por lo cual no hallaba ninfa que le quisiese. Un día que perseguía a la ninfa Siringe, que espantada huía, llegó ésta en su carrera al río Landón, al que suplicó que la libertase de aquel atrevido perseguidor, a lo que accedió el río convirtiéndola en cañaveral. Pan, entristecido, cortó para consolarse una de aquellas cañas, de la que fabricó una especie de flauta de varios cañones de diferentes tamaños. Decían los griegos que esa flauta inventada por él significaba la armonía que entre sí tienen las distintas cosas que componen el Universo. Cuando Breno con sus tropas entró en Grecia, y se preparaba a saquear el templo de Delfos, Pan infundió de repente tal espanto a los galos, que huyeron despavoridos sin advertir que no había causa para ello. De aquí la voz «terror pánico», que es temor inmotivado. Su séquito son los sátiros, parecidos a él.

Silvano se representa lo mismo que Pan, y es dios de los bosques y símbolo de la materia. Unos le hacen hijo de Júpiter y otros de Fauno. Era especial enemigo de los niños (sobre todo si están mal criados), por lo que éstos destrozan los árboles y la vegetación, y los niños le tenían un miedo espantoso.

Fauno, hijo de Rico, rey de los latinos, era también considerado como divinidad campestre. Éralo también Príapo, que fue hijo de Venus, y al cual Juno dotó de una fealdad espantosa.

Flora, diosa de las flores, era una ninfa de las islas Fortunadas, llamada Cloris. Zéfiro la amó, la robó y se casó con ella, asegurándole perpetua juventud y el reino de las flores.

Pomona, diosa de las frutas, era una ninfa extraordinaria por su belleza y por su arte en cultivar las frutas. Fue amada de todos los dioses campestres, pero ninguno pudo agradarla, hasta que Vertumno, dios de los jardines, que se transformó en vieja, logró persuadirla que le correspondiese y se casase con él; lo que consiguió, y fueron tan felices, que cuando llegaron a viejos se rejuvenecieron para que no los separase la muerte.

Todavía tiene la Mitología varias deidades de segundo orden, de que os hablaré someramente.

La Aurora, diosa que abría las puertas del Cielo a Apolo, era hija de Titán y de la Tierra. Casó con Titón, hermano de Príamo, rey de Troya, para el que pidió a Júpiter la inmortalidad. Titón, llegó, pues, a ser tan viejo, que aburrido de la vejez y de sus achaques, pidió a Júpiter que le convirtiese en chicharra. Tuvo Aurora por hijos, entre otros, a Zéfiro y a Memnón, que murió en la guerra de Troya, lo que causó tal dolor a su madre, que nunca dejó de llorarle, y sus lágrimas son el rocío que cubre a su salida la tierra.

Morfeo, hijo de la noche, dios del sueño. Se le da por atributo la adormidera, y le pintan con alas de mariposa para significar lo suavemente que llega.

Harpócrates o Sigilón, dios del silencio se representa como un joven que posa uno de sus dedos sobre sus labios. Solían poner su estatua a la puerta de los templos, como advertencia del que en aquel recinto se debía guardar.

Las tres Furias o Eumónides, encargadas de la venganza de los dioses para con los criminales, nacieron de la sangre que brotó de la herida que infirió Saturno a Júpiter. Llamábanse Tisífone, Megera y Alecto. Se representan coronadas de una serpiente, teniendo en una mano una tea y en la otra una fusta.

Las Parcas eran tres hermanas ancianas que presidían los destinos de los hombres. Se llamaban Cloto, Láquesis y Átropos, e hijas de la Noche. Hilaban la vida de los mortales y se representaban cercanas a Plutón, una hilando el hilo de la vida, la otra devanándolo y la tercera con unas tijeras con que lo cortaba.

Para concluir la reseña que en estos dieciocho capítulos os he dado de los dioses fabulosos de la mitología griega, nos resta uno que hemos dejado para el último, con el fin de que os quede más fresca en la memoria su recuerdo.

Es este Momo, hijo de la Noche y del Sueño, y que es, a pesar de tan oscuros y sosegados padres, el dios de la risa y de los juegos. Séaos, niños míos, este dios siempre propicio.

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