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Torre de Babel Ediciones

Venus – Cupido – La mitología contada a los niños

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La Mitología contada a los niños – Capítulo IX – Venus y Cupido

Siento, niños míos, introduciros en tan mala compañía como lo es la de los imaginarios dioses de la Mitología. Al considerar tanto dislate podréis convenceros de cómo se van perdiendo entre los hombres, cuando se apartan del Dios de la verdad y de la perfección, no sólo las nociones del bien y del mal, sino hasta el sentido común.

Venus era la diosa de la hermosura y de la gracia: generalmente se creía que había nacido de la espuma del mar en las aguas de la isla de Citeres, en donde tuvo uno de sus más afamados templos. Otros autores dicen que fue hija del Cielo y de la Luz. Lleváronla las Horas al Olimpo, y al verla, todos los dioses se enamoraron de ella, hasta el señor Júpiter, y viendo que ella no le correspondía, por castigarla la casó con su horroroso hijo Vulcano; pero Venus no quería por marido sino a Marte, y habiéndola hallado aquél, a pesar de habérselo prohibido, hablando con Marte, los encerró en una sutil red de hierro que al intento fabricó en su fragua para convencer a Júpiter de la desobediencia de su mujer; después de lo cual se volvió a su fragua y quedaron divorciados. Casóse Venus con Marte. De su consorcio tuvo Venus dos hijos, Cupido, también llamado Eros, que es el dios del Amor, y el segundo llamado Anteros, que es el dios de la Correspondencia, o amor que corresponde al primero; son éstos dos diosecitos muy lindos, y no siempre están unidos. Represéntase al primero como un niño con alas, para indicar que pasa pronto, y con los ojos vendados para probar que no ve el mérito o demérito de la persona a quien se dirige, ni sus defectos, mientras se fija en ella. Lleva también un arco y una aljaba en que están las famosas flechas con que el picarillo hiere los corazones. Se le representa también con esos mismos atributos, como un joven que se enamoró de una princesa llamada Psiquis. Encargó a Céfiro que la robase y pusiese en un hermoso palacio encantado, en el que venía Cupido a verla, pero siempre de noche y a oscuras para que no lo conociese. Una noche que Cupido se quedó dormido, la curiosa Psiquis encendió una lámpara para conocerle, y habiendo caído una gota de aceite sobre su pecho, Cupido despertó y huyó. Psiquis desesperada acudió a Venus para que la reconciliase con su amante, pero ésta, celosa del amor que inspiraba a su hijo, la entregó e hizo prisionera de dos deidades crueles, que eran la Soledad y la Tristeza. Cupido logró de Júpiter que la trajese al Olimpo, en donde bebió el néctar, y con esta bebida el don de la inmortalidad, celebrándose sus alegres bodas, en las que bailó la misma Venus, ya desenojada.

Eran consagradas a esta diosa, entre las flores, la rosa; entre las frutas, la manzana; entre los árboles, el mirto; entre los animales, el cisne, el gorrión y sobre todo las tórtolas; por eso se la representa casi siempre en un carro tirado por algunas de estas aves. También se la representa completamente desnuda, como a Eva en el Paraíso, para significar que mientras más cumplida es la belleza, menos adornos necesita.

Tuvo de su segundo consorte Baco tres hijas, Aglae, Talía y Eufrósina, que son las tres Gracias, que siempre se pintan unidas, y también desnudas, para significar que las gracias deben ser naturales, sencillas y exentas de pretensiones.

Como nada hay preciso ni exacto en la Mitología, que se compone en gran parte de metáforas o alegorías, para figurar con cosas materiales las morales, unos autores dicen que el Amor fue lo que antes que nada existió, y que de su consorcio con el Caos nacieron los dioses y los hombres; otros que fue hijo de la Noche y del Éter (el éter es el aire más puro de la más alta atmósfera). Otros dicen que hay dos amores, uno del cielo y otro de la Tierra, como pudiéramos decirlo nosotros los cristianos que tenemos la dicha de conocer el amor a nuestros semejantes, y la sin par suerte de conocer el divino.

Son muy nombrados los amores de Venus con un joven y bello príncipe, hijo de Mirra, nombrado Adonis. Marte, celoso, lo hizo despedazar por un enorme jabalí. Venus, afligida, reunió sus esparcidos restos y los convirtió en la flor anémona.

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