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Torre de Babel Ediciones

Hume – Filosofía Moderna – Empirismo – Crítica a la idea de substancia

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA – VOCABULARIO FILOSÓFICO

HUME

Resumen de su pensamiento

Conceptos fundamentales explicados

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David Hume

(1711 – 1776)

Crítica a la idea de substancia

Crítica de Hume a la concepción tradicional de substancia. Consiste básicamente en mostrar que no se puede conocer el carácter de substancia de los objetos sino sólo sus aspectos fenoménicos.

Toda la filosofía posterior a Aristóteles es heredera de lo que podríamos llamar «lenguaje substancialista», y muestra una clara predisposición por el típico modo aristotélico de considerar el mundo, modo al que tal vez induce, como más adelante señalará Nietzsche, la estructura de nuestro propio lenguaje. La estructura lingüística básica es la estructura sujeto-predicado, que se corresponde con la distinción ontológica entre substancia y atributos. La substancia es la realidad de la cual se predican los atributos. Junto con esta característica, la concepción tradicional de la substancia concebía a ésta como lo permanente en el conjunto de modificaciones posibles que le podían sobrevenir a los objetos.

El racionalismo no renuncia a esta forma de entender la realidad, ni tampoco los empiristas Locke y Berkeley, el primero al afirmar que existen tanto substancias físicas como substancias espirituales o mentes, y el segundo negando las substancias físicas pero aceptando las espirituales. Hume, llevando hasta el final lo que podríamos denominar «criterio empirista del conocimiento», concluirá que la noción de substancia carece de fundamento y negará la existencia de substancias físicas y de substancias espirituales. Considera que sólo es aceptable la idea que tenga a su base una impresión y aplica este criterio al examen de las substancias: las substancias no son perceptibles -mejor dicho, el carácter de substancia de las cosas no es perceptible-: tomemos el ejemplo de la supuesta substancia «rosa»; toda la experiencia que puedo tener de una rosa se agota en sus propieda­des perceptuales o fenoménicas: veo su color, su tamaño, su forma, los elementos que la componen, siento la suavidad de los pétalos, la textura del tallo, huelo su aroma, …; pero todas estas propiedades que me ofrece la percepción se sitúan en el nivel de los atributos y no de la substancia. No puedo percibir nada más que propiedades del tipo de la descritas, por lo tanto, no hay nada más que las propiedades descritas. Si con la palabra «rosa» nos queremos referir a una realidad distinta de la suma de las propiedades perceptuales, entonces nuestro uso de esta palabra es ilegítimo. Con todo, podemos utilizar dicha palabra si con ella nos referimos no a una supuesta realidad oculta, substrato de la propiedades perceptuales, sino a la suma de dichas propiedades, al conjunto de ideas simples reunidas por la imaginación. Podemos utilizar términos como «rosa», «libro», «perro», «mente» si prescindimos de la interpretación substancialista y aceptamos que son términos cómodos que utilizamos en nuestro lenguaje como compendio de propiedades meramente perceptuales   

Resulta difícil explicar el punto de vista de Hume, dado que nuestro lenguaje está íntimamente vinculado con la concepción substancialista: llevado al extremo parece defender que propiamente no hay objetos sino sucesos, no hay cosas tales como «ceniceros», «mesas», «perros», «mentes» sino sucesos de colores, formas, movimientos, sentimientos, pensamientos, etc. Aunque Hume no lo llega a afirmar, su punto de vista parece exigir la reforma del lenguaje para que todas nuestras construcciones lingüísticas sean como los impersonales «llueve», «nieva»…

Edición en papel:
Historia de la Filosofía. Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna.
Javier Echegoyen Olleta. Editorial Edinumen.
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