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Torre de Babel Ediciones

Karl Marx – marxismo – Filosofía Contemporánea – Obras

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA – VOCABULARIO FILOSÓFICO

MARX

Ejercicios  –  Resumen de su pensamiento

Conceptos fundamentales explicados

Retrato de Karl Marx

Karl Marx
(1818-1883)

Obras de Marx

OBRAS MÁS IMPORTANTES
1841: Diferencias entre la filosofía de la naturaleza de Epicuro y la de Demócrito
1844: Para la crítica de la filosofía hegeliana del derecho
   1844 *: Manuscritos económicos y filosóficos
1845: La Sagrada Familia (redactada junto con Engels)
1845: XI tesis sobre Feuerbach
   1845 *: La ideología alemana (redactada junto con  Engels)
1848: Manifiesto del partido comunista (redactada junto con Engels)
1849: Trabajo asalariado y capital
1850: La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 (artículo de revista)
1852: El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte (artículo de revista)
1859: Contribución a la crítica de la economía política
1875: Crítica al programa de Gotha
1867: El Capital (primer tomo)
   1885 *: El Capital (segundo tomo, publicado por Engels)
   1894 *: El Capital (tercer tomo, publicado por Engels)

* obras póstumas

    «Pero la gran preocupación que debe guiarnos al elegir una profesión debe ser la de servir al bien de la humanidad y a nuestra propia perfección. Y no se crea que estos dos intereses pueden ser hostiles e incompatibles entre sí, pues la naturaleza humana hace que el hombre sólo pueda alcanzar su propia perfección cuando labora por la perfección por el bien de sus semejantes»
Karl Marx, Reflexiones de un joven al elegir su profesión

«…la poesía no podía ser, para mí, mas que un acompañamiento, pues tenía que estudiar jurisprudencia y sentía, ante todo, la necesidad de ocuparme de filosofía; porque sin filosofía no era posible penetrar en los problemas.»
Karl Marx, Carta al padre

F. ENGELS
DISCURSO ANTE LA TUMBA DE MARX (Traducción del inglés: Isabel Blanco)


Discurso pronunciado por F. Engels en el cementerio de Highgate de Londres el 17 de marzo de 1883. Pronunciado en inglés y publicado por primera vez en alemán en el Sozialdemokrat el 22 de marzo de 1883.

El 14 de marzo a las tres menos cuarto de la tarde el más grande pensador de nuestros días dejó de pensar. Apenas le dejamos solo dos minutos, y cuando volvimos le encontramos dulcemente dormido en su sillón  -pero para siempre.
Es inestimable la pérdida para el proletariado militante de Europa y América y para la ciencia histórica. El vacío creado por la ausencia de este portentoso espíritu pronto se dejará sentir.
Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza, y Marx la ley del desarrollo de la historia de la humanidad: el hecho, oculto hasta ahora por la ideología dominante, de que los hombres necesitamos en primer lugar comer, beber, vestirnos y disponer de un refugio para poder después hacer política, cultivar las ciencias, el arte, la religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios materiales más inmediatos, y consiguientemente el nivel de desarrollo económico de una determinada sociedad en una época constituyen la base sobre la que se fundan las instituciones del estado, los conceptos legales, artísticos e incluso religiosos, base con arreglo a la cual deben éstos explicarse en lugar de al revés, como se ha venido haciendo hasta ahora.
Pero eso no es todo. Marx descubrió también la ley que gobierna el actual modelo de producción capitalista y la sociedad burguesa que ha creado. El descubrimiento del concepto de plusvalía arrojó luz de pronto sobre estos problemas que otros investigadores, tanto economistas burgueses como socialistas críticos, habían tratado en vano de solucionar.
Dos descubrimientos como éstos serían suficientes para toda una vida. Feliz aquél a quien se deba tan sólo uno de ellos. Pero Marx hizo descubrimientos en todos los campos de investigación que trató, que no fueron pocos, y ninguno de forma superficial, incluyendo las matemáticas.
Tal fue como hombre de ciencia. Y sin embargo como hombre fue mucho más. Para Marx la ciencia era una fuerza dinámica, revolucionaria e histórica. Por muy feliz que le hiciera cualquier nuevo descubrimiento teórico cuya aplicación práctica era aún imposible de adivinar, no era nada comparado con la felicidad que le causaba un descubrimiento que produjese cambios revolucionarios e inmediatos en la industria o en el desarrollo histórico social. Por ejemplo seguía de cerca la marcha de los descubrimientos en el campo de la electricidad y en especial los de Marcel Deprez.
Porque Marx era, ante todo, un revolucionario. Su verdadera misión en la vida fue contribuir, de un modo u otro, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, al que él fue el primero en hacer consciente de su propia situación de necesidad y de las condiciones de su emancipación. Marx era un luchador. Y luchó con pasión y tenacidad, alcanzando un éxito sin igual. Trabajó en el primer Rheinische Zeitung (1842), en el Vorwarts de París (1844), en el Deutsche Brusseler Zeitung (1847), en el Neue Rheinische Zeitung (1848-49), en el New York Tribune (1852-61), además de escribir una avalancha de panfletos militantes y de trabajar en organizaciones en París, Bruselas y Londres y, finalmente, coronándolo todo, fundar la Asociación Internacional de Trabajadores lo cual, verdaderamente, fue un logro del que hubiera podido sentirse orgulloso aunque no hubiera hecho nada más.
Y por todo ello Marx fue el hombre más odiado y calumniado de su tiempo. Los gobiernos, tanto los absolutistas como los republicanos, lo expulsaron. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían unos con otros en lanzar difamaciones contra él. Pero Marx hizo caso omiso, respondiendo únicamente cuando una necesidad imperiosa se lo exigía. Y ha muerto amado, reverenciado y llorado por millones de compañeros trabajadores revolucionarios desde las minas de Siberia a California, en todas partes de Europa y América y, me atrevería a decir, que aunque tuvo muchos adversarios, apenas tuvo un enemigo.
Su nombre perdurará en el tiempo, y con él su obra.

© Javier Echegoyen Olleta

Edición en papel:
Historia de la Filosofía
. Volumen 3: Filosofía Contemporánea. Editorial Edinumen.

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