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Torre de Babel Ediciones

Karl Marx – marxismo – Filosofía Contemporánea – Alienación económica

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA – VOCABULARIO FILOSÓFICO

MARX

Ejercicios  –  Resumen de su pensamiento

Conceptos fundamentales explicados

Retrato de Karl Marx

Karl Marx
(1818-1883)

Alienación Económica

Es la principal forma de alienación puesto que de ella dependen todas las demás. Se da en el trabajo y se refiere al hecho de que en esta actividad el sujeto productivo sufre una expoliación del producto de su trabajo, de su propia actividad y, en último término, de sí mismo. 

Para entender la importancia de la alienación económica es preciso recordar la valoración que Marx hace del trabajo. Aunque Marx no niega que exista una naturaleza humana, considera, sin embargo, que ésta se limita a funciones básicas como las relacionadas con las necesidades biológicas (alimentación, reproducción…). El resto de características que podemos encontrar en el ser humano son consecuencia del orden social vigente. Dicho de otro modo, en lo fundamental, el hombre es lo que él mismo se ha hecho, tanto tomando al hombre como individuo concreto, como tomándolo como especie; y este hacerse está limitado y dirigido por el orden social en el que está inmerso. El hombre es esencialmente un ser de acción, su realidad no le viene dada o determinada genéticamente sino que es consecuencia de lo que él mismo ha hecho. El hombre es realmente un ser productivo, y el trabajo no es otra cosa que la transformación de la realidad para la satisfacción de sus necesidades, pero transformando la realidad se transforma a sí mismo. La felicidad, la perfección humana, su propio bien, no le viene a éste propiamente de la pasividad sino de la acción, de la ocupación con las cosas (por tanto del trabajo, incluido el intelectual). El problema es que el lugar en el que el hombre ha de realizarse, el trabajo, no lo vive, sin embargo, como el ámbito de la creatividad y de la autorrealización, lo vive más bien como el lugar del sufrimiento y de la limitación de sus facultades físicas y espirituales. Y Marx cree que la razón de esta esencial insatisfacción está básicamente en que en las sociedades de explotación el sujeto vive la «actividad personal» o trabajo como algo que propiamente no le pertenece a sí mismo. En las sociedades de explotación el trabajo ya no expresa las facultades humanas; tanto el trabajo como sus productos se viven como algo ajeno al sujeto productivo, a su voluntad y proyectos. En el acto de la producción el trabajador experimenta su propia actividad «como algo ajeno y que no le pertenece, la actividad como sufrimiento (pasividad), la fuerza como debilidad, la creación como castración». Mientras que el hombre se enajena así de sí mismo, el producto del trabajo se convierte en un «objeto ajeno que lo domina».

La alienación económica que se vive en las sociedades de explotación se manifiesta en los siguientes alienaciones particulares:

1. Alienación de la actividad en el proceso del trabajo, el hombre se enajena de sus propias facultades creadoras, no vive su actividad como algo que le pertenezca realmente, que forme parte de sus proyectos. El trabajo se vive como algo exterior y forzado.  Dicho de otro modo: si trabaja lo hace por dinero, no porque la actividad se quiera por sí misma o porque sirva para otros fines ulteriores con los que el sujeto se pueda identificar sin sentirse desposeído (el bien de la sociedad, por ejemplo).

2.  Alienación del objeto los objetos producidos por la actividad del trabajador no le pertenecen a él, los vive como ajenos; aunque fuese realmente el esclavo el que construía un edificio, o trabajaba en el campo, el producto hecho por él no era de él sino del amo. Esto es precisamente lo que Marx señala con su idea del «fetichismo de la mercancía». Además, el objeto se presenta como algo ajeno en un sentido más básico: en estos sistemas productivos, el productor se somete o subordina al producto en el sentido de que el productor es un mero medio para producir el objeto, en el sentido de que en dicha situación lo importante no es el bien del productor (su salud, el perfeccionamiento de sus facultades físicas o psíquicas) sino la mercancía producida. La crítica marxista a las sociedades de explotación conecta claramente con la tesis kantiana relativa a la necesidad de tratar a las personas como fines finales, no como meros medios: para Marx el gran defecto social y moral de las sociedades de explotación es que no tratan a las personas como fines sino como medios, en ellas el productor es un mero instrumento para producir cosas, y no propiamente una persona. Más que la cuestión de la desigualdad de la riqueza, a Marx le preocupó el hecho de que el trabajo en estas sociedades destruye la individualidad, trata al productor como una cosa y lo hace esclavo de las cosas.

3. Alienación social la alienación económica hace que el objeto producido no le pertenezca al trabajador sino a otro, creando con ello una escisión en la sociedad, dando lugar a dos grupos o clases sociales antagónicas: la clase oprimida que realmente produce las mercancías y la clase opresora que se apropia de ellas.

Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y  que la clase trabajadora es la más enajenada. Para entender esta conclusión es preciso recordar las extremas condiciones de vida en la que vivían los trabajadores en el siglo XIX, condiciones que supusieron un retroceso respecto de la situación de épocas anteriores: jornadas laborales cada vez más largas, trabajo agotador de niños,  menor esperanza de vida de la clase trabajadora…

En el primer texto, Karl Marx presenta la alienación o enajenación en el trabajo, comparándola con la alienación religiosa; en el segundo en relación con la enajenación del objeto producido.

«¿Qué constituye la enajenación del trabajo?. Primero, que el trabajo es externo al trabajador, que no es parte de su naturaleza; y que, en consecuencia no se realiza en su trabajo sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. El trabajador sólo se siente a sus anchas, pues, en sus horas de ocio, mientras que en el trabajo se siente incómodo. Su trabajo no es voluntario sino impuesto, es un trabajo forzado. No es la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer otras necesidades. Su carácter ajeno se demuestra claramente en el hecho de que, tan pronto como no hay una obligación física o de otra especie es evitado como la plaga. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo que implica sacrificio y mortificación. por último, el carácter externo del trabajo para el trabajador se demuestra en el hecho de que no es su propio trabajo sino trabajo para otro, que en el trabajo no se pertenece a sí mismo sino a otra persona.
Así como en la religión la actividad espontánea de la fantasía humana, del cerebro y el corazón del hombre, reacciona independientemente como actividad ajena de dioses y diablos sobre el individuo, la actividad del trabajador no es su propia actividad espontánea. Es la actividad de otro y una pérdida de su propia espontaneidad.»

Karl Marx, Manuscritos filosófico-económicos, I


 «El objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como ser ajeno, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo encarnado en un objeto y convertido en cosa física; este producto es una objetivación del trabajo.»

Marx, Manuscritos filosófico económicos, I

        Ver  alienación religiosa.

© Javier Echegoyen Olleta

Edición en papel:
Historia de la Filosofía
. Volumen 3: Filosofía Contemporánea. Editorial Edinumen.

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