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La RESURRECCIÓN de los muertos – Voltaire-Diccionario Filosófico

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Voltaire – Diccionario Filosófico  

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RESURRECCIÓN

Resurrección - Diccionario Filosófico de VoltaireDícese que los egipcios edificaron las pirámides con la idea de que les sirvieran de sepulcros, y que los cuerpos de los muertos, embalsamados por dentro y por fuera, esperaban que sus almas fueran a reanimarlos al cabo de mil años. Pero si los cuerpos debían resucitar, ¿por qué la primera operación que hacían los embalsamadores consistía en abrirles el cráneo con un gancho y sacar los sesos? La idea de resucitar sin sesos parece que haga sospechar que los egipcios vivos no los tenían; pero debemos tener presente que la mayoría de los antiguos creían que el alma estaba en el pecho. ¿Por qué el alma ha de estar en el pecho y no en otras partes? No cabe duda de que cuando experimentamos sensaciones violentas sentimos en la región del corazón una dilatación o una contracción que nos hace creer que en ese sitio se hospeda el alma. El alma era algo aéreo, un ser sutil que se paseaba por donde podía hasta el momento de encontrar su cuerpo.

La creencia en la resurrección es más antigua que los tiempos históricos. Atalido, hijo de Mercurio, podía morir y resucitar según su voluntad; Esculapio volvió a la vida a Hipólita; Hércules a Alcestes; Pelops, hecha a pedazos por su madre, fue resucitada por los dioses; Platón refiere que Heres resucitó sólo por quince días.

En Judea, los fariseos adoptaron el dogma de la resurrección mucho tiempo después que Platón.

Se encuentra en las Actas de los Apóstoles un hecho singular, que merece llamar la atención. Santiago y muchos de sus compañeros aconsejaron a San Pablo que fuese al templo de Jerusalén a practicar todas las ceremonias de la ley antigua, a pesar de ser cristiano, «para que todos se enteren de que es falso lo que de vos se cuenta, y para que sepan que continuáis observando la ley de Moisés». Lo que equivale a decir: «Id a mentir al templo y a perjurar, id a renegar públicamente de la religión que enseñáis.»

San Pablo fue, pues, al templo durante siete días, y al séptimo le reconocieron y acusaron de haber llevado extranjeros al templo y de haberle profanado. He aquí cómo salvó su compromiso:

«Sabiendo Pablo que algunos de los que estaban allí eran saduceos y otros fariseos, exclamó entre la asamblea: «Hermanos míos, soy fariseo y nacido de fariseos, y porque abrigo la esperanza de la vida futura y de la resurrección de los muertos, desean condenarme» (1). En todo este asunto no se trató de la resurrección de los muertos, y sólo se ocupó de esto Pablo para irritar recíprocamente a los fariseos y a los saduceos.

«Hablando Pablo de esta manera, promovió una discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió en dos bandos. Los saduceos sostenían que no existía la resurrección ni el espíritu, y los fariseos reconocían ambas cosas.»

Opinan algunos que Job, que es muy antiguo, conocía ya el dogma de la resurrección, y para probarlo citan estas palabras: «Sé que mi redentor está vivo y que un día me llegará a mi su redención, y entonces me levantaré del polvo, la piel me renacerá y veré todavía a Dios en mi carne». (2).

Muchos comentaristas interpretan las referidas palabras diciendo que Job abrigaba la esperanza de curar de su enfermedad y de no permanecer siempre acostado en tierra como estaba. Los versículos siguientes demuestran que ésta es la verdadera explicación, cuando dice un momento después a sus falsos amigos: «¿Por qué, pues, decís persigámosle?», o las siguientes palabras: «Porque vosotros diréis: .¿por qué le hemos perseguido?» Lo que evidentemente quiere decir que se arrepentirán de haberle ofendido cuando le vieran otra vez en su primer estado de salud y de opulencia. El enfermo que dice me levantaré, no dice resucitaré. Forzar el sentido de los pasajes claros es el medio más seguro de no entenderse nunca.

San Jerónimo coloca la formación de la secta de los fariseos poco tiempo antes de venir Jesucristo al mundo. El rabino Hillel pasa por ser el fundador de la secta de los fariseos, y fue contemporáneo de Gamaliel, maestro de San Pablo. Muchos de los fariseos creían que sólo habían de resucitar los judíos, pero no los demás hombres. Otros sostenían la doctrina de que la resurrección se verificaría en la Palestina, y que los cuerpos enterrados en otras partes serían transportados secretamente a Jerusalén, para juntarse allí con sus almas. Pero San Pablo, escribiendo a los habitantes de Tesalónica, les dijo que «el segundo advenimiento de Jesucristo sería para ellos y para él. Tan pronto como el arcángel de la señal y suene la trompeta de Dios, el Señor descenderá del cielo, y los que hayan muerto en Jesucristo, resucitarán los primeros. Nosotros, que estaremos vivos hasta entonces, nos veremos arrebatados con ellos hasta las nubes para ir por los aires hasta la presencia del Señor y para vivir eternamente en el Señor» (3).

Este importante pasaje prueba que los primitivos cristianos creían ver el fin del mundo, como lo predijo San Lucas.

San Agustín creía que los niños, y hasta los niños que nacen muertos, resucitarían en edad madura. Orígenes, Jerónimo, Atanasio y Basilio no creían que las mujeres debían resucitar con su sexo. En una palabra, siempre se ha cuestionado sobre lo que fuimos, sobre lo que somos y sobre lo que seremos.

II – De la resurrección de los antiguos

Opinan algunos que el dogma de la resurrección estaba muy en boga en Egipto, y que originó los embalsamamientos en las pirámides, y hasta yo mismo opinaba antes de ese modo. Unos creían que se resucitaba después de pasar dos mil años, y otros después de pasar tres mil; esta diferencia en sus opiniones teológicas parece probar que no estaban seguros del hecho. Por otra parte, no sabemos que resucitara ningún hombre en la historia de Egipto, pero sí que sabemos que hubo muertos resucitados en Grecia. Veamos, pues, si encontramos en los griegos la invención de resucitar.

Los griegos con frecuencia quemaban los cuerpos, y los egipcios los embalsamaban, con la idea de que el alma, cuando regresara a su antigua morada, la encontrase dispuesta para recibirla. Esto se comprendería si el alma volviera a encontrar los órganos de su cuerpo; pero el embalsamador empezaba por quitarle los sesos y por vaciarle las entrañas. ¿Cómo es posible que los hombres resuciten sin intestinos y sin la parte medular, que es la que piensa? ¿Cómo ha de adquirir su sangre, su linfa y sus demás humores?

 

Me contestaréis que todavía es más difícil resucitar en Grecia, cuando sólo queda de cada cuerpo una libra escasa de cenizas, y todavía está mezclada con la ceniza de la madera, de los aromas y de las telas. Esa objeción es contundente, y me obliga a considerar la resurrección como una cosa muy extraordinaria; pero esto no impidió que Atalido, hijo de Mercurio, muriera y resucitara varias veces, y que los dioses resucitaran a Pelops estando despedazado y después que Ceres se le había comido un hombro. Sabemos también que Esculapio restituyó la vida a Hipólita, y que Hércules resucitó a Alcestes. Platón resucitó también a Heres, y aunque sólo vivió quince días, no por eso dejó de ser una resurrección.

Varios graves escoliastas encuentran el purgatorio y la resurrección en Virgilio. En cuanto al purgatorio, me veo obligado a confesar que está descrito en el libro VI de la Eneida, cuando dice: «Los corazones más perfectos, las almas más puras, ven los ojos de los dioses llenos de manchas, que es necesario borrar. Como ninguno fue inocente, deben castigarnos a todos. Cada alma tiene su demonio, cada vicio su castigo, y diez siglos son apenas suficientes para conseguir que nuestro corazón sea digno de los dioses.»

He aquí mil años de purgatorio expresados con claridad, sin que los padres pudieran conseguir de los sacerdotes de aquellos tiempos indulgentes que acortaran el plazo, abonándolos en dinero contante. Los antiguos eran mucho más severos y menos simoníacos que nosotros, a pesar de atribuir a sus dioses muchas tonterías; pero ¿qué le hemos de hacer? Su teología estaba llena de contradicciones, como los malignos dicen que está la nuestra.

Terminada la pena del purgatorio, se iban las almas a beber el agua del Leteo, y pedían en el acto entrar en otros cuerpos y volver a ver la luz del día. Esto no era verdaderamente resucitar; entrar en un cuerpo nuevo no es volver a recuperar el suyo; eso era una metempsicosis que nada tiene que ver con la resurrección.

Confieso que las almas antiguas hacían un mal negocio volviendo por segunda vez al mundo, porque era muy triste volver a aparecer en la tierra, pasar en ella setenta años todo lo más y sufrir todo lo que se sufre en la vida, para volver luego a pasar mil años de castigo. No debía haber alma que no se cansara de las vicisitudes de una vida tan corta y de una penitencia tan larga.

III – De la resurrección de los modernos

Nuestra resurrección es muy diferente: cada hombre volverá a tomar precisamente el mismo cuerpo que tuvo, y todos los cuerpos de los humanos arderán durante una eternidad, exceptuando uno por cada cien mil, y esto es peor que un purgatorio de diez siglos para revivir en el mundo algunos años.

¿Cuándo llegará el día de la resurrección general? Como no se sabe positivamente, los doctos se dividen en varias opiniones; ni siquiera saben cómo cada una puede encontrar sus miembros, porque tropiezan con muchas dificultades para averiguarlo.

1.ª Nuestro cuerpo experimenta durante su vida un cambio continuo, nada nos queda a los cincuenta años del cuerpo donde se pudo alojar nuestra alma a los veinte.

2.ª Un soldado bretón se va al Canadá, y allí se ve en la mayor miseria, y careciendo del alimento preciso, la necesidad le obliga a comerse a un iroqués que mató el día anterior. Este iroqués estuvo comiendo jesuitas durante dos o tres meses, y gran parte de su cuerpo se había convertido en jesuita. He aquí, pues, el cuerpo de ese soldado compuesto de iroqués, de jesuita y de todo lo que comió antes. ¿Cómo cada uno de ellos puede recuperar lo que legítimamente le pertenece?

3.ª Un niño muere en el vientre de su madre en el momento mismo que acaba de recibir el alma. ¿Resucitará feto, niño u hombre?

4.ª Un alma llega a otro feto antes de poder saberse si será niño o niña. ¿Resucitará niña, niño o feto?

5.ª Para resucitar, para volver a ser la misma persona que erais, es indispensable que tengáis la memoria fresca, porque la memoria es la que da la identidad. Si habéis perdido la memoria, ¿cómo podéis ser el mismo hombre?

6.ª Sólo hay cierto número de partículas terrestres que pueden constituir al animal. La arena, la piedra, el mineral y el metal no sirven para nada. Tampoco es a propósito toda la tierra; sólo los terrenos favorables para la vegetación lo son para el género animal. Cuando después de trascurridos muchos siglos resucite todo el mundo, ¿dónde se ha de encontrar tierra a propósito para crear tantos cuerpos?

7.ª Supongamos una isla cuya parte vegetal puede al mismo tiempo alimentar a mil hombres y a cinco mil o seis mil animales; al cabo de cien mil generaciones habrá que resucitar allí mil millones de hombres. No habrá materia suficiente para esto.

8.ª Después de probar o de figurarnos haber probado que se necesita un milagro tan grande corno el diluvio universal o como el de las plagas de Egipto para realizar la resurrección del género humano en el valle de Josafat, nos atreveremos a preguntar qué es lo que se han hecho las almas de todos esos cuerpos que estaban esperando el momento de meterse en sus estuches.

Podrían hacerse muchas más objeciones; pero los doctores destruyen ésas y todas las que se les puedan hacer.

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(1) Actas de los Apóstoles, cap. XXIII. vers. 6.
(2) Job, cap. XIX, vers. 26.
(3) San Pablo, primera epístola a los tesalónicos, cap. IV.

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